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VIEJOS RECUERDOS Y UNA SORPRESA.

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Habían pasado casi dos semanas desde entonces, día tras día avanzando y entrenando. Era completamente agotador para Amarie, quien no había podido cortar la corteza del árbol sin astillarse. Era irritante. Cirdan esperó y esperó hasta que ella lo hiciera. No lo había logrado hacer desde que le explico. Pero otros pensamientos acaparaban su mente. Se estaban acercando a Mildwite, rozando las fronteras de Quahog. Si los Barredores los encontraban, iba a ser una larga y dolorosa noche, día, o quizás y con muy poca suerte, semana.

Los malditos orcos no eran nada agradables, atacaban en grupos y no es que él no confiara en sus habilidades como guerrero, sino que al estar con Amarie se volvía mucho más débil. Iría a cuidarla para que no la hirieran y eso era un problema, uno muy gordo.

–Continuemos– anunció él con voz llana a Amarie que todavía intentaba despegar la corteza. Ella ya había perdido las esperanzas de todo. Era imposible hacerlo.

–¡Esto es imposible! –gritó con desesperación– ¡No puedo hacerlo! –las palabras enfurecieron a Cirdan con más rapidez que lo habitual.

–No es imposible, sigue haciéndolo– dijo con los dientes apretados.

–¡Enséñame a pelear, no a partir cortezas como si eso ayudara en algo! – estaba estresada y eso no la ayudaba en nada, o tal vez si...

–¿Quieres que te instruya? lo estoy haciendo– sus dientes casi rechinaban y creía con todas sus fuerzas que iba a explotar.

–He astillado y roto más de quince árboles estas dos últimas semanas – ella se detuvo frente a él, muy cerca.– Y no me ha ayudado en nada– eso era lo que ella creía. Sus nudillos habían agarrado fuerza, al contrario de antes, que estaban tan suaves como pétalos de flor.

–Hazlo– le ordenó con la ira bailando en sus ojos que ahora estaban de un verde más oscuro que antes. Su rostro era sombrío, escalofriante, pero ella se negaba a demostrarle miedo aunque fuera más grande, fuerte, y atemorizante que ella.

– ¿Quieres que lo haga? – abrió sus brazos a los lados dándose por vencida, o eso era lo que ella quería que él creyera. En realidad era un reto, un desafío a su autoridad, o la que él creía que tenía sobre ella. Amarie se dio la vuelta se puso en posición y le dio un puñetazo al árbol con toda su furia, tan fuerte, que astilló el árbol y algunas se enterraron en su piel. A Cirdan le dio mucha más ira que no pensara con claridad. Se acercó a ella y le tomó la mano que estaba fuertemente apretada.

–No seas estúpida, no pienses con las emociones, ellas te nublan el juicio– le dijo señalando su cabeza– Utilízalas a tu favor– le dijo más calmadamente.

–Como –demando saber, dejando a un lado toda la ira y el estrés que había acumulado. Aunque aún destellaba en sus ojos color lila.

–Cierra los ojos– le ordenó–Ahora fundente en la ira, hazla crecer pero sin que se desborde. No dejes que te controle. Mirala arder – sus palabras eran tranquilizantes pero su tono mucho más amenazador del que pretendía. Amarie sintió como cada parte de su cuerpo se llenaba de eso que aumentaba cada vez que veía un árbol. Sin ella darse cuenta, Cirdan le estaba quitando las astillas con delicadeza– Ahora imagina como una parte de ella se va hacia tu puño y contenla ahí– su mano se elevó queriendole pegar a algo, y él se apartó para que ella se cuadrara– Hazlo– solo eso falto para que el puño de Amarie se estrellara contra el tronco. Fue un golpe tan contenido que sintió ganas de dar otro, y otro y otro más.

Imperium I: Entre lágrimas y verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora