XXI

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UN CASTIGO MORTAL, UNA PROMESA DE MUERTE.

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Mientras Amarie apenas comenzaba su ruta hacia Bhalar, en el castillo había una algarabía.

Triz, Eym y Nirn estaban frente al rey y la reina. Justo cuando ella les dijo que se iba a ir a Bhalar ninguna se opuso, de hecho la ayudaron a salir de ahí. Las doncellas sabían que ese lugar no era formidable para nadie. Incluso para la familia que ahora las estaba viendo era un verdadero dolor de cabeza vivir ahí. Convivir con lobos había sido duro para ellas, pero al fin y al cabo aprendieron a hacerlo, debían aprender para sobrevivir. Una doncella no puede hablar, no puede pensar y no puede hacer una cosa que no se le diga que haga. Siempre debe hacer caso para que su amo esté cómodo. A Triz y a Eym no les había parecido esa regla desde que llegaron, cuando eran apenas unas cachorras.

A Nirn mucho menos pero ella era una camaleona natural, podía ser y hacer lo que quisiese sin que nadie se diera cuenta. Al encontrarse las tres fueron un verdadero dolor de cabeza para Mayly, su doncella instructora. Nirn se acopló bien a su papel aunque por dentro seguía haciendo lo que quisiera. Por otro lado, Triz y Eym desafiaron aún más las reglas pero en las sombras. Con la llegada de Amarie, les había recordado lo libres que eran antes, que habían podido hacer, decir, y objetar todo lo que querían y podían. Pero eso había sido antes, antes de que sus familias las vendieran, antes de que las utilizaran como pago por la traición de su familia, antes de que fueran tomadas por la fuerza de los brazos de sus padres por haber procreado con otros que no fueran sus familiares. Sus primeros años fueron duros, habían visto como mutilaban a sus compañeras por un trabajo mal hecho, habían visto cómo le congelaban la lengua y los ojos a aquellas que se atrevían a ver y escuchar cosas que no debían. Habían llorado e interceptado al principio, hasta que aprendieron a llorar en silencio y a maldecir en la oscuridad. No les gustaba su vida, pero Amarie les había podido dar una alternativa.

"Ayudenme, las sacaré de aquí en cuanto pueda" había prometido.

Al escuchar eso, las doncellas no tuvieron absolutamente nada que pensar, empezaron a ayudarle a empacar de inmediato mientras practicaban lo que le iban a decir al rey.

Tal vez el rey las azotara por desquite, pero tal vez no lo haría porque iban a ser ella las que acusarian a Amarie de haber escapado. Las verían como aliadas y no como lo que realmente eran, unas traicioneras y mentirosas chicas que solo querían ser sacadas de ese infierno helado.

El rey las miraba con desconfianza. Sus ojos de negrura escrutando cada parte de las doncellas y estudiando si había una fisura en su acusación. Cadmus se inclinó hacia delante y las miro a las tres por igual, desdén puro fue lo que vieron. Poco importaba, pronto no podrían ver sus incestuosos ojos de nuevo.

Sin duda que bailarían en las cenizas del rey si la Magia se lo permitía.

-¿Qué fue lo que pasó?- preguntó con ira en sus ojos. La reina tenía la mirada perdida y parecía que su respiración aumentaba la velocidad con cada inhalo y exhalo.

Cómo practicaron, Triz fue la que habló.

- Fuimos a llevarle el desayuno, mi señor, pero su cama estaba perfectamente hecha y no había nadie- dijo con una nota temblorosa.

Había una audiencia completa mirandolas, el rey había llamado a cada habitante del castillo fuera quien fuera. Quería hurgar en la situación.

- Y no pudimos evitar venir corriendo y...

-Cierra la boca- interrumpió el rey a Eym, que había comenzado a hablar luego de Triz- No te he pedido que hables- dijo dirigiendole una mirada dura que hizo encogerse a Eym, y no había sido actuacion- ¿Alguien mas tiene algo que decir?- pregunto a la masa de gente que tenían detrás de ellas. Un silencio mortal se alzó en la sala hasta que un centinela alzó una mano nerviosa- Di lo que tengas que decir, centinela.

Imperium I: Entre lágrimas y verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora