XVI

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CONFESIONES Y CASTIGOS.

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Solo ayer habían ocurrido los sucesos que tenían a Amarie molesta. Molesta con ellos por guardar tanto rencor por un juego de ajedrez. Aunque sospechaba que su molestia no se basaba en ellos, era con ella misma. Siempre tan confiada, siempre indefensa. Ella no había podido hacerlo sola y estaba muy molesta con eso, ya no podía rendirse ante la debilidad como lo hacía en su castillo, sin la protección de Cirdan, hubiera muerto golpeada por Drow. Las lágrimas bajaron por sus mejillas y no intento apartarlas, quería sacar su dolor. Si seguía así, iba a morir tan fácilmente en cualquier momento. Cirdan la había salvado, le debía mucho a él. El trato ya había terminado y aun así seguía a lado de ella, protegiéndola. "Aunque no lo creas ahora, es un buen hombre" por supuesto que lo es. En otro tiempo había pensado que ese viejo estaba tan ciego que no veía lo obvio, que Cirdan era un odioso y frío hombre, pero ahora que lo conocía mejor ni siquiera las palabras del hombre le rendían homenaje. Su madre había elegido bien a su compañero de viaje, tenía la certeza de que su madre había conocido mejor a Círdan y sabia quien era en realidad detrás de esa máscara de seriedad continua.

Su madre... hace mucho tiempo que intentaba no pensar en ella. Aunque aún le dolía el corazón nada más recordarla. Nunca habían sido tan cercanas pero, después de todo, ella era su madre. Aunque se hubiera equivocado en muchas cosas con respecto a su crianza siempre la mantuvo a salvo y eso se lo agradece en demasía.

Feanor...con ella si que le atenazaba un dolor melancólico cada vez que la recordaba, había sido su instructora desde niña y le había agarrado un cariño muy grande. Esa mujer había sido sabia como ninguna otra. La extrañaba, extrañaba sus consejos.

-Las quiero-susurro Amarie entre sollozos despidiéndose de ellas. No quería que sus espíritus siguieran amarrados a ella por no querer dejarlas ir. Aunque doliera debía dejarlas volar con el viento.

Pensó en su especialidad y en como no sabe utilizarla. El libro ayudará. Se volvió a su cama y empezó a rebuscar entre las cientos de almohadas mullidas que tenía. Bajo todo eso, estaba ahí, tan elegante y vivo como un corazón latiente.

Amarie tomó el pesado libro entre sus manos sorbiendo la nariz y limpiándose las lágrimas. Debía aprender sobre sí misma. Sabía muchas cosas sobre todo a su alrededor, pero no sabía casi nada de ella misma. No se conocía.

Abrió el libro y las páginas amarillentas y el olor a antigüedad la recibió. Acarició el libro como si el aclamara por mimos. Busco entre sus páginas el índice. Subtemas de temas. Era una larga lista de títulos que no solo hablaban de las especialidades. Con su dedo buscó el título que decia Mindkne. Y después de un rato de buscar entre cientos de temas encontró el que buscaba.

Página seiscientos ocho. Bien.

Sus dedos se movieron ágilmente por las páginas buscando la correcta y la que contenía la llave a su fortaleza. Se llevó una verdadera sorpresa cuando vio que la página que ella buscaba estaba total e irremediablemente arrancada.

Ay no, no, no, y no, pensó ante su desgracia.

Cerró el libro con furia y gritó con desesperación. Era permisible para ella lanzar ese tipo de gritos en esa ocasión, a pesar de ser una princesa.

Volvió a llorar hasta que Cirdan entró por la puerta, sin tocar, ya ves. Era un maleducado, pero Amarie estaba muy concentrada en descargar su ira soltando puñetazos a una almohada. No tenía salida.

- ¿Qué pasa?- pregunto viendo el viejo y oscuro libro en su regazo. Cirdan acortó la distancia entre los dos mientras fruncía el ceño por verla en ese estado. Amarie le dedicó una larga y mortal mirada en la que él alzó las manos para indicar que se rendía.

Imperium I: Entre lágrimas y verdades.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora