40- Nos perdemos en un laberinto diabólico

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P.O.V. (T/N)__________

El zumbido va aumentando de intensidad mientras el vagón y las ovejas desaparecen y son sustituídos por una oscuridad densa. Instintivamente busco la mano de Leo, y sus dedos se entrelazan con los míos. 

Siento como el suelo se expande a velocidad vertiginosa, un tirón separa mi mano de la de Leo y antes de darme cuenta Leo está a casi un kilómetro de mí. Intento gritar pero la voz se me atraganta, y con un ruido sordo, unos grandes muros metálicos surgen del suelo y todo se queda en silencio. 

Miro alrededor y reparo en que la estructura que ha aparecido es un laberinto de espejos, con el detalle de que los espejos tienen un tinte negro. No sabía que eso fuera posible.

—¡(T/N)__________! —oigo la voz de Leo gritar mi nombre y el sonido de una llama arder.

—¡Es un laberinto, Leo! —grito— ¡Hay que salir de aquí!

—¡Nos vemos en el otro lado!

Comienzo a avanzar por el laberinto, pero pronto llego a una bifurcación y me agobio. De repente recuerdo el consejo de Annabeth: avanzar siempre con la mano derecha en la pared. Decido coger el camino de la derecha y llego a un recinto cuadrado en cuya esquina está la continuación del pasillo. Estoy a punto de cruzar la habitación cuando una trampilla se abre y un montón de ¿langostas robot? salen chascando las pinzas y llenan rápidamente el suelo.

—Uou –se me escapa mientras doy un paso atrás. 

Tengo tanto miedo que tardo un rato en ponerme a pensar en algo, hasta que miro al techo. 

Estiro el brazo hacia arriba y una liana cae desde el techo. Las langostas, al reparar en ello, se acercan a mí chascando las pinzas amenazantemente. Me doy prisa en asegurarme de que la liana es segura, coger impulso y columpiarme de un extremo a otro de la sala como Tarzán. 

A mitad de camino, una langosta se agarra de mi zapato y me hace un corte considerable en el tobillo. Grito de dolor mientras sacudo la pierna para que se suelte, pero la maldita sigue ahí enganchada y cortándome repetidas veces. Al final la piso con el otro pie hasta que le rompo la pinza que me agarra y el bicho me suelta. 

Me dejo caer de la cuerda y caigo al suelo, y la vista se me nubla de dolor cuando apoyo el tobillo herido en el suelo. Me obligo a seguir avanzando mientras cojeo, tengo que salir de aquí.

En esas estoy cuando escucho un grito procedente del exterior. Es Leo.

—¡(T/N)___________! ¡He llegado!

Siento un atisbo de esperanza, de que por fin podremos huir. Entonces cometo el error de mirar a las paredes del laberinto. En vez de mi reflejo, cada uno proyecta una versión distorsionada de mí, cada cual más siniestra que la anterior: sumida en la oscuridad, con dos cabezas, dejando un rastro de baba de caracol a mi paso, sin extremidades... tirada en el suelo muerta...

La sensación de inquietud y terror que ya tenía aumenta, y me detengo para invocar una planta gruesa que me enrollo en el tobillo y que me permita dejar de renquear. Hago un nudo en el vendaje y echo a correr (o lo intento). Cuanto más corro, las paredes se van estrechando, haciendo que el pasillo sea poco más que un sendero, y el miedo que ya sentía en la garganta comienza a ahogarme cuando me encuentro con que ahora dispongo del espacio justo para caber. 

Tropiezo y caigo de bruces al suelo, pero no intento levantarme. Con lo fácil que sería dejar que las paredes me aplastaran y que todo acabara...

No.

Me levanto con dificultad y me apoyo en una de las paredes. Luego en la otra. Intento hacer de barrera entre ambas, pero no sirve de nada.

Entonces grito, pero no como otras veces. El grito no viene de mi garganta, sino que me sale de lo más profundo del corazón, como si toda la rabia que he sentido en mi vida saliera de su cárcel. Los espejos se hacen añicos y el laberinto desaparece, y me encuentro frente a frente con dos personas.

Just Like Fire [Leo Valdez y tú] TERMINADA✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora