𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟺𝟺

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-𝐎𝐧𝐢𝐫𝐨𝐦𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚-
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     Estoy caminando por el bosque

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Estoy caminando por el bosque. Por alguna razón estoy descalza. El césped que piso me acaricia los pies y me los ensucia con la tierra. Eso me disgusta, así que trato de no concentrarme en eso.

Es de noche, si no fuera por la exquisita luna llena no sería capaz de ver absolutamente nada.

Es un escenario pacifico, pero mi corazón no está tranquilo. Retumba fuertemente dentro de mi pecho y solo se angustia más cuando escucho un aullido.

Levanto la mirada. A unos metros de mi, en una colina, logro ver la silueta de una criatura cuya sola presencia mandó un escalofrío por mi espalda y provocó que se me erizara el vello en los brazos.

Su rostro es alargado y anormal, está cubierto de pelo, sus patas están torcidas como las de un animal. Por la manera en que le dedica sus aullidos a la luna puedo adivinar que es un hombre lobo.

De repente cambia la escena y me encuentro a mi misma en clase. Es más bien una memoria, pues el profesor Snape nos dice que vayamos a la página 394. Todos nos vemos confundidos al respecto, pues los hombres lobo son un tema avanzado y apenas habíamos empezado con los boggarts.

Como sea me dirijo a la página, el retrato de la criatura concuerda con la del escenario anterior.

Siento que alguien me toca el hombro con timidez. Asumo que es Neville, por lo que le sonrío mientras dirijo mi mirada hacia él, pero no es quien yo esperaba.

El profesor Lupin está sentado a mi lado.

-¿Profesor?- le pregunto confundida.

De repente me doy cuenta de que Snape ha dejado de hablar, y hay un silencio que me inquieta. Todos me están mirando, sus caras están todas arrugadas en preocupación. Vuelvo a ver de nuevo al profesor Lupin, apunto de preguntarle qué está pasando.

-¡Despierta!- es lo que me dice, con su rostro lleno de angustia.

-¿Qué?- le pregunto, no sé a qué se refiere.

-¡Despierta!

_____ se levantó de la cama con un grito ahogado. Como algunas veces anteriores, sudor cubría su frente y sus cobijas estaban desparramadas por toda la cama como si hubiera estado forcejeando con ellas.

Con una mano en el pecho la chica pasó su otra mano por su rostro lleno de sudor, el cual provocó que algunos cabellos se adhirieran a su piel. Otra vez había soñado de manera extraña. Podía ser sólo un sueño, pero se sentía tan diferente que no podía evitar pensar en ello todo el día.

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_____ sostenía su barbilla en la palma de sus manos, completamente desconcentrada en su clase de adivinación. Su mirada estaba fija en la nada, y aún con las múltiples veces que el muchacho a su lado le tocó el hombro, ella seguía sin escucharlo o prestarle atención.

𝔉𝔩𝔬𝔯𝔢𝔰 𝔄𝔪𝔞𝔯𝔦𝔩𝔩𝔞𝔰 ||  𝒩. 𝐿𝑜𝓃𝑔𝒷𝑜𝓉𝓉𝑜𝓂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora