𝙲𝚊𝚙í𝚝𝚞𝚕𝚘 𝟷𝟶𝟸

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-La verdad-
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     Aquella voz de nuevo habló, con su venenosas intenciones y malicia escondida en un susurro aparentemente apacible

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Aquella voz de nuevo habló, con su venenosas intenciones y malicia escondida en un susurro aparentemente apacible.

La escucho, en un rincón tan lejano en mi mente que apenas soy capaz de entender su eco. Siento un vacío dentro de mi al tratar de escuchar con más atención, con todo lo que ha sucedido últimamente lo que menos necesito es otro sueño extraño.

-Oh, _____, _____...- la voz me reprocha, con un poco de decepción y aún así, intenta parecer gentil -¿Por qué yaces en una camilla de esta manera? ¿Por qué es que no puedes levantarte?

Todo es oscuridad a mi alrededor, no puedo ver ni siquiera mis propias manos aunque hago el esfuerzo de ponerlas frente a mi rostro. Me doy cuenta de que tampoco me puedo mover.

Hubo silencio... ¿acaso la voz esperaba que le respondiera?

-No lo sé- respondí a como pude, aunque no reconocí el sonido de mi voz.

-¿No lo sabes? Pero si tú lo causaste... ¿es que acaso hay algo que te moleste como para ponerte a ti misma en esta situación?

De repente pude ponerle nombre a aquella voz y el temor se apoderó de mi ser. Me di cuenta de que no puedo mentirle, él lo sabría.

-Yo...

-¿Que no estás agradecida con la oportunidad que se te ha dado?

-L-Lo estoy, pero...

-Porque si en verdad lo que quieres es morir, puedo matarte de una vez por todas ¿entonces serías feliz?- la voz comenzó a enfurecerse notablemente.

Entonces pensé en lo mucho que me asustaba la muerte, a pesar de que llegué a anhelar su efecto en mi. Mi supuesta liberación me aterró y desprecié mis acciones y mi debilidad.

-¿Es eso lo que quieres? ¿Debería matarte?

-¡No!- rogué de repente, y aunque me vi incapaz de llorar, mi alma se desgarró en angustia -¡L-lo siento tanto! ¡No volverá a suceder!

-Eso pensé- rió él -Ahora, tienes esta última oportunidad para demostrar quién eres, o si no te asesinaré, y cuando eso pase no seré tan misericordioso.

𝔘𝔫 𝔩í𝔮𝔲𝔦𝔡𝔬 𝔞𝔪𝔞𝔯𝔤𝔬 como la hiel se deslizó lentamente por la garganta de una adolescente inconsciente. Una enfermera sostuvo su barbilla hacia arriba para que aquella pócima se resbalara sin inconvenientes. Madame Pomfrey vertió la poción con nervios y una frente sudada, le suplicó e imploró a Merlín que fuera efectivo su efecto y que la estudiante a su cargo saliera con vida

Al terminar, se apartó un poco de la camilla y observó con atención. De repente, la muchacha hizo una mueca de visible disgusto y asco, pues arrugó las cejas, la nariz y los labios a la vez. Abrió los ojos abruptamente y tosió repetidamente, aún acostada y débil en la camilla.

𝔉𝔩𝔬𝔯𝔢𝔰 𝔄𝔪𝔞𝔯𝔦𝔩𝔩𝔞𝔰 ||  𝒩. 𝐿𝑜𝓃𝑔𝒷𝑜𝓉𝓉𝑜𝓂 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora