capitulo doce: Decisiones

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Lucerys no había dormido nada en tres días, los dolores comenzaban a ser más intensos conforme avanzaba el tiempo, no va negar que sentía un miedo terrible, en esos días no había salido de sus aposentos se había autoexiliado y no deseaba ver ni recibir a nadie que no sea la doncella que le traía la comida, sus gemidos y gritos de dolor siempre eran amortiguados por una almohada, no quería alertar al caballero en su puerta.

El sueño y cansancio lo vencieron el tercer día, cayó acostado en la cama, tan solo esperaba no tener algún tipo de sueño horrible, tristemente aquello no se le pudo cumplir.

El viento y las gotas de agua golpeaban fuerte en su rostro impidiendo que vea el camino, todo se había tornado más oscuro de lo que había estado, los truenos resonaban en la medio de la lluvia y la risa, la risa siniestra de Aemond lo perseguía tan fuerte y claro que su mente lo grabo, el miedo recorría cada fibra de su ser, el corte de alas de Vhagar lo hacia aún más aterrador, el movimiento lo seguía en un juego en enfermo de caza a tu presa, él era el premio y Aemond parecía decidido a tenerlo, sus emociones lo hacían temblar y dificultaba su agarre, si no moría a causa de Aemond bien podría caer de la montura.

Escucho los gritos en Valyrio de Aemond, su voz impresa en odio y burla, para él seguramente era divertido verlo huyendo de su gran dragón, no supo en qué momento fue que cerró los ojos y el miedo lo cegó por completo haciéndolo perder el control sobre Arrax, por instinto esta acabo atacando a Vhagar, aquello lo hizo reaccionar tenía que salir de ahí, el temblor desapareció y el miedo fue reemplazado por el instinto de sobrevivir.

Cuando la luz del sol iluminó su rostro, Lucerys sintió de inmediato la calidez de este en bañando su rostro, se sintió aliviado por un breve segundo....

Su cuerpo fue sacudido bruscamente y por fin logró levantarse del sueño que lo atormentaba desde que se alejó de Aemond, miro a la persona que lo había despertado, era el mismo que hacía el papel de su asesino, aquel que lo llevaba a su muerte, sin embargo estaba tan asustado por las marcas en su cuerpo que se permitió relajarse al no sentir dolor, también estaba dispuesto a escuchar a Aemond si es que este tenía algo que decir.

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Aemond sentía que algo no estaba bien con él, pues saber que Lucerys estaba en el mismo lugar que él pero no estaba a su lado, hacía que una necesidad de tenerlo cerca llene cada parte de su ser, él sabía que merecía estar donde era el castigo que se le había dado por ser tan estúpido al aceptar el plan de su madre y abuelo, pero ni incluso así podía quitar ese entusiasmo de saber que tanto él como Lucerys estaban siendo castigados por errores pasados.

Quería verlo solo eso, era tarde lo sabía porque la luna ya estaba muy en lo alto, había descubierto por Helaena que Lucerys llevaba tres días apartado de todos y que no dejaba que nadie lo vea, no sabía dónde es que estaba Lucerys, si estaba en la misma habitación que tenía cuando era niño o tal vez en otra, esperando que la suerte esté con él utilizó uno de los pasadizos que daba a las habitaciones que estaban cerca de la torre de Maegor, fue entonces que vio al caballero parado en la puerta, esperó un poco hasta que se cambiara el turno entonces tendría unos momentos para adentrarse y así los hizo cuando el capa blanca se movio y estuvo un poco lejos, Aemond corrió  entro y cerró las puertas en un parpadeó.

La imagen que lo recio no era precisamente alentadora, Lucerys temblaba y estaba empapado en sudor como si le hubiera caído una gran tormenta encima, Aemond se desespero porque no se levantaba con sus gritos o llamados así que comenzó a sacudirlo fuertemente esperando que sea suficiente, gracias a los dioses su técnica funcionó, Lucerys abrió los ojos pero estaba blanco, tan pálido que dudaba que estuviera vivo si no fuera por la respiración irregular, estaba frío casi helado, era claro que había experimentado una pesadilla, Aemond sabía que tenía que alejar sus manos, pero parte de él se negaba a hacerlo.

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