Realidad

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El joven estaba mirando el cielo estrellado acostado en el suelo del patio de su casa sin prestarle atención a si se ensuciaba la ropa o no, los resultados llegarían dentro de una semana y a pesar de todo, a pesar de que sabe con certeza que aprobó, no podía evitar sentirse nervioso acerca de los resultados, algo en ellos lo hacía sentir incómodo, pero no sabía exactamente el que.

Era mucho más tarde que la designada para dormir, pero el joven sabía que con sus nervios e incomodidad interna no había forma en que pudiera dormir, cansado, miro el cielo que estaba despejado dejando ver el magnífico cielo estrellado, Toya nunca fue alguien que se interesara por las estrellas o los magníficos paisajes de la naturaleza, pero la calma que transmitía el ambiente se sentía arrullador, el joven casi podía sentir que el sueño quería reclamarlo, casi.

Había recuerdos de un pasado que nadie más que el chico sabía que últimamente habían comenzado a resurgir sin importar cuanto se esforzara por ignorar, cerro los ojos tratando de apartar los recuerdos, fauces de monstruos que alguna vez fueron humanos llenas de sangre, plagando las calles, esperando, mirando, listas para devorarlo.

Abrió los ojos de golpe, el cielo estrellado aún lo saludaba, pero mirando su celular había estado al menos veinte minutos atrapado en sus recuerdos.

Levantándose del suelo el joven decidió que ya era hora de entrar, el lugar ya no lo hacía sentir cómodo, de alguna manera todo de repente se había vuelto más frío, el chico fue lento al levantarse como si su cuerpo pesara más que antes, se sentía agotado.

El chico sacudió la cabeza con fuerza y se obligó así mismo a caminar hasta su habitación donde sabía que no dormiría, pero de alguna manera su cerebro había asociado su habitación con un lugar semi-seguro donde nadie aparte de sus hermanos lo molestarían.

Cuando llego a su habitación el joven parpadeo varias veces en su cama, esperando se encontraban sus hermanos menores, en las manos de la segunda y única mujer de los hermanos había un pequeño pastelito con una vela blanca bastante normalita.

"¿Qué se supone que están haciendo?" susurro lo suficientemente alto para que los demás en la habitación lo escuchasen.

"Vamos a celebrar que ingresaste a la academia de héroes ¿Qué no ves?" se cruzó de brazos el tercer hermano, el niño miraba a su hermano como si este fuera un completo tonto.

"Los resultados a un no llegan" se sentó con sus hermanos en la cama, completando el pequeño círculo, todos con las piernas dobladas, Shoto acaparando las almohadas y Fuyumi las mantas "Así que aún no deberíamos celebrar"

"Todos sabemos que te van a aceptar" se encogió de hombros el más pequeño de la casa.

"Exactamente" complemento Fuyumi a su hermano menor.

"Ustedes no tienen remedio" soltó suavemente con una sonrisa "Está bien celebremos" los tres hermanos vitorearon lo más bajo que pudieron para no alertar al adulto de la casa "¿Al menos trajeron algo con que partir el pastel?" los niños se miraron entre ellos, Toya los miro preguntándose como le hizo Fuyumi para sobrevivir con dos hermanos y ella misma, porque su comportamiento no indica que fuera capaz de cuidarse correctamente ni a ella misma, suspirando fue a la cocina lo más silencioso que pudo trayendo un plato grande y un cuchillo, cuando regreso sus hermanos lo esperaban ansiosos.

Fue Fuyumi quien se encargó de cortar el pastel en partes iguales, el más emocionado era Shoto quien en muy contadas ocasiones había comido un pastel, la última vez fue en su cumpleaños antes que la madre de los niños le arrojara agua hirviendo al menor de los hermanos.

El pastel en sí mismo no era la gran cosa, era un pastel para unas cinco o seis personas como máximo, de chocolate con relleno de manjar, nada más, lo que hacía especial al pastel era el gesto que había tras dicho pastel, durante el tiempo en que sus hermanos estuvieron con él en la habitación el joven no pudo evitar sonreír.

De regreso al pasadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora