Capítulo 17

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Daphne.

Estos últimos días había estado recuperándome en mi casa, con Alice ayudándome y Axer cuidándome casi siempre. Tenía anemia y muy posiblemente anorexia.

No había estado comiendo bien esos últimos meses, tampoco había descansado como se debía y mantenía estresada la mayoría de veces, lo que detonó la anemia.

Recuerdo la última vez que comí cómo se debía. Hace un año, estábamos en la mesa, mamá, papá y yo. Janelle no estaba, gracias al cielo y a los ángeles, ese día se había quedado con la abuela paterna y el abuelo en su casa.

Estaba comiendo mi platillo favorito, lasagna y pizza, con la mayor satisfacción cómo cuándo siempre comía.

Mamá estaba estresada y justo tenía que ser yo con quién desahogara su estrés y enojo.

Me trató de lo peor, que solo servía para comer comida chatarra, que estaba gorda y que nunca tendría el cuerpo que ella tenía. Me comparó con cada actriz que se presentaba en la televisión y me dijo que estaba decepcionada de mi, cosa que no me sorprendió pero que sí ardió y dolió, como todas las veces que me lo decía.

Estaba acostumbrada a sus comentarios estúpidos pero eso sobrepasó todo, tanto que comencé un trauma sin darme cuenta y por ende dejé de comer. Comía si mucho y sin mentir, 4 comidas a la semana, nada más.

Papá le respondió y comenzaron a pelear mientras yo me subía a mi cuarto a meterme bajo las cobijas y lloraba como nunca en tanto me sentía súper mal.

Estos últimos días estaba comiendo mejor, cada comida que me hacía la señora Alice, algunas veces fui obligada a hacerlo y otras veces sí me las comí porque quería.

Poco a poco me iba recuperando pero aún me sentía tan débil que no podía estar parada mucho tiempo y quería dormir todo el tiempo en que no descansé.

Me sorprendí cuándo Kristen se asomó por esa puerta pero me plasmé cuándo llegó a abrazarme delicadamente. Prontamente me relajé y me permití respirar su calidez y aroma.

—Me tenías muy preocupada, pensé lo peor Daphne —susurró a mi oído aún abrazándome.

Por instinto la apreté aún más a lo cuál Axer entendió y salió de la habitación. Nos quedamos varios minutos así, abrazadas, sintiéndonos y apreciando este momento.

Me alejé sólo un poco para verla a los ojos. A esos preciosos ojos castaños que quería ver siempre por el resto de mi vida.

La reparé a detalle. No había cambiado, por el contrario, siguió igual de preciosa que siempre. Ese cabello rebelde blanco, esos ojos claros, esas pequeñas y pocas pecas en la nariz que yo siempre notaba y esa perfecta sonrisa cada que me veía, ah, y esos carnosos labios que me incitaban a besarla. Quería besarla, mucho y por mucho tiempo, pero no era el momento.

—Perdón —agaché la cabeza por instinto.
Me agarró de la barbilla suavemente y levantó mi cara para verme a los ojos. Me debía ver muy mal, qué vergüenza.

—¿Qué sucedió? Cuéntame, Daph —habló tan suavemente que pensé era solo un sueño. Y si lo era, no me quería despertar nunca.

—Casi muero —reí pero ella me miró seria—, bueno, no tan literal. Ese día, después de que habíamos hablado por mensaje me sentía mal. Al día siguiente tuve una pesadilla horrorosa y me levanté sudando y casi temblando. Alcancé a llamar a Axer pero no pude aguantar más y me desmayé de la debilidad y agotamiento que tenía.

»Ax me llevó al hospital y me dijeron que tenía anemia y posiblemente sí no comenzaba a comer bien, anorexia.

La miré a la espera de una respuesta, algún regaño o algo pero simplemente me miró, su rostro se suavizó y me abrazó otra vez reconfortante.

•••
Disculpen la demora, estamos otra vez por aquí.

Basta, amo a mis nenas.

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