Rutina

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El jet privado abandona la costa de Marruecos, dejando a Egipto a miles de kilómetros de distancia, y me muestra un océano que me lleva de regreso a casa. A una rutina que me asusta. Una rutina que me enfrenta una y otra vez a todos los miedos que me han acosado durante mucho tiempo.

Estas vacaciones, tan tranquilas y mágicas, fueron el bálsamo que necesitaba para seguir adelante un poco más. El estrés de la prensa es lo que me está volviendo loca y me arrastra una y otra vez al pasado más reciente, acentuando mi depresión.

Las preguntas me remiten a mi ruptura con ese despreciable individuo que se encargó de destruir lo poco de autoestima que me quedaba. Uno de sus métodos era atacar mi trabajo. Me sugería que tomara un descanso, insinuando que la presión y el cansancio me superarían —¡linda forma de llamarme débil! Él se ofrecía a hacerse cargo de mis deudas. ¡Así me lo dijo! ¡Como si yo fuera alguien que derrochara su dinero! Lo único que quería era que fuera el trofeo al que exhibía durante sus giras deportivas. Según él, con el dinero que él ganaba, no tenía necesidad de que jugara a ser cantante. ¿Puedes imaginar cómo te destruye un comentario así? Espero que no lo sepas; de lo contrario, estarías pasando por algo similar a lo que yo he vivido, y eso no se lo desearía a nadie.

Él no creía que tuviera talento para ser una superestrella, aunque lo era. En más de una ocasión me dijo que no era tan hermosa como otras mujeres y que no le gustaba mi figura, pero que era buena en la cama... ¡Dios mío! ¿Cómo pude permitir un trato así durante cuatro años?

Lo peor de todo es que no fui yo quien terminó la relación. Debería haberlo hecho. Así no habría tenido que soportar el epitafio que me dedicó:

—Anna me comprende y me hace sentir como un verdadero hombre ahora.

No quise analizar mucho esa frase, pero todos los malditos programas y la prensa rosa se encargaron de hacerlo. Algunos medios afines a él aseguraban que yo me había burlado de sus aspiraciones y que quería controlar su carrera. ¡Queridos reporteros, era todo lo contrario! Él quería convertirme en su esclava y, como no me sometí, me dio una patada y arrastró mi nombre y mi autoestima por el suelo.

Al final logró lo que quería: apartarme del trabajo. Pero ese tiempo está a punto de terminar. Mi familia, Kay, Connor y Mary Royale, tienen parte en que hoy pueda ver con cierta esperanza retomar mis responsabilidades. Sin su intervención, no sé qué habría sido de mí; bueno, sí lo sé. Todos estuvieron ahí para sacarme de ese pozo tan oscuro en el que me encontraba.

No, no estoy curada. La depresión es una enfermedad muy difícil de superar. Tengo bajones que me obligan a dar lo mejor de mí, a aplicar todas las técnicas que Mary me dio, para no ser arrastrada de nuevo por esta bestia. Uno de los disparadores es volver a mi rutina. Por mucho que me guste lo que hago, tengo que repetirme que todo lo que logré no fue porque era su pareja, sino porque era buena en ello. Los premios no fueron producto de su influencia. Las ofertas publicitarias no son consecuencia de esa relación, sino porque las agencias me querían a mí. ¡Yo soy importante! ¡Yo lo logré todo! ¡No él!

Va a costar, pero algún día seré la mejor versión de mí.

—Athena —interpela mi amiga Kay, sacándome de mis pensamientos—. Lo pasamos bien, ¿no?

—Sí. Egipto estuvo divino —respondo, con menos alegría de la que debería.

—No te preocupes, nena. —Kay me lee como nadie. Sabe que volver tiene un efecto negativo.

No lo dije en su momento: ella es la hija de mi representante, Connor Winters, y desde que nos conocimos hace más de una década, congeniamos. No hay nadie en quien confíe más, sin contar a mi prima Theresa. No tiene miedo de decirme lo que sea necesario, sin importar si me gusta o no.

—Tienes que pensar que, más tarde o temprano, te va a tocar plantarle cara a todos estos indeseables.

—Pensé que estaría más preparada para esto, pero me siento insegura. No es solo la prensa, sino ¿y si ya no tengo esa chispa para cantar o actuar? Tengo miedo, Kay.

—Primero: no creo que hayas perdido la magia que te caracteriza, sino todo lo contrario. Segundo: mientras reacciones a las provocaciones de la prensa, van a seguir insistiendo. Ellos venden con tus exabruptos.

—¿Exabruptos? ¿Es la nueva palabra del día?

—Estoy hablando en serio.

—Lo sé.

Suspiro. No tengo ganas de hablar de lo mismo. Sé que yo inicié el tema, también sé que Kay está dándome un punto de vista bastante racional y que depende estrictamente de mí. Me encantaría poder decir que estoy animada al máximo, pero no puedo. Estoy cansada. Ir a Egipto no me ayudó a recuperar las ganas de regresar a mi actividad laboral...

—¿Y si vamos a las Azores? —pregunto de repente, al ver el mapa que indica la ubicación del jet.

—¿Azores? ¿Eso es un lugar de verdad? ¿Qué se nos perdió ahí?

—No sé... No tengo ni idea de qué hay o no. ¿Qué mejor razón que descubrirlo?

—¿En serio? ¿No tienen que seguir una ruta predefinida los aviones? ¿Se pueden cambiar así?

Encogí de hombros, me levanté y llamé a la puerta de la cabina de mando, mientras el auxiliar de vuelo me miraba sorprendido. Le di mi mejor sonrisa de niña buena. La puerta se abrió y vi al capitán asomarse extrañado.

—¿Pasa algo, señorita?

—Quiero que hagas una parada en las Azores.

—Eh... No es tan sencillo... En el aeropuerto...

—Sé que es repentino y te pido disculpas por las molestias. —Trato de ser asertiva, no estoy pidiendo algo fácil—. Necesito que aterricemos allí. No te preocupes por el dinero o los trámites.

—Me pedirán que confirme cuánto tiempo estará el jet estacionado en el aeropuerto.

—Mañana a las ocho de la noche despegaremos —aseguro, creo que con un día y poco será suficiente.

—Estamos hablando de un coste cercano a los diez mil dólares para aterrizar en Ponta Delgada, a los que se sumarán los del alquiler del avión por esas horas. Podríamos estar hablando de unos setenta mil dólares adicionales.

Asiento lentamente. Setenta mil dólares a los que debo sumar mis gastos en la isla y lo que ya he gastado en Egipto. Este viaje me costará medio millón de dólares en total. Respiro profundamente y, aunque me pasa por la cabeza la idea de continuar el vuelo hasta NYC, confirmo al capitán mi intención de hacer la parada.

Me siento mal por derrochar tanto dinero. Mientras regreso a mi asiento, me detengo dos veces para darme la vuelta y pedirle al capitán que ignore mi orden. Debería gastar mi dinero con más cabeza. Estas acciones son las que te llevan a la ruina sin que apenas te des cuenta.

Regreso a mi asiento mientras Kay me mira, arqueando una ceja.

—Athena, la aventurera —dice, haciendo un gesto de explosión con sus manos. Es un buen eufemismo para referirse a mi capacidad para dilapidar tanta pasta.

ss—No es mala idea como título para mi próximo álbum: Adventure. —Trato de apartar el tema económico de mi cabeza y seguirle el juego a Kay—. ¡Me gusta! Debería contratarte como asistenta creativa.

—¡Qué asistenta ni qué nada! Al menos gerenta creativa.

—Se lo comentaré a mi representante a ver qué opina. Aunque no espero mucho de él. Últimamente, no está muy acertado.

—¡Eres mala!

Le guiño un ojo. Miro por la ventana y sonrío al ver el avión cambiar de dirección. Una última aventura y ya está.

🎸📖💜

¡La aventura está a punto de comenzar!

Sólo el paso de los capítulos dirá si todo ese esfuerzo valió la pena.

Los números que leíste son valores estimados reales, y me impresionaron al obtenerlos.

Como siempre, agradeceré vuestros comentarios y que, si os gusta la novela, no dudéis en compartirla en vuestras redes sociales y etiquetarme.

Nos leemos en el siguiente capi.

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