El Principio del Dolor

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¡No puede haber mejor día que una noche de amigas! Bueno, debería de decir de amiga. Me habría encantado que mi amiga actriz Karla o mi prima Theresa pudieran haber estado —así como un par de compañeras del rodaje de Killing Floor—, pero me tendré que conformar con Kay Winters. ¡Espero que no me pueda leer la mente o me matará!

—¡Thee! ¿Dónde dejaste la cerveza?

Esa es ella. Tenemos planeado ver todas las pelis de Jurassic World con Chris Pratt —al que Kay adora—, aprovechando que Gareth está reunido con su equipo de fútbol americano en Dallas, para los últimos OTAs —entrenamientos organizados por equipos— de fuera de temporada.

—¡Athena Diaz! Despierta de tu mundo de fantasía. ¿Dónde está la cerveza?

—No tengo. Sabes que a Gareth no le gusta. Prefiere el vino, lo siento.

Kay respira hondo.

Sé que no le hace gracia cuando le digo lo que Gareth prefiere o no. Tiene que aprender a respetarlo. A mí me encanta disfrutar de una buena cerveza fría mientras veo una peli y como palomitas de maíz. No está mal ceder de vez en cuando y probar cosas nuevas.

Aunque me apetece de verdad tomar una cerveza.

—Voy a bajar al 7-Eleven de la esquina y ¡me voy a traer un sixpack como el de Chris! —indica, con su picardía habitual, aunque se transluce cierto cansancio.

La miro suplicante, pero la dejo marchar. Espero que no compre las seis, porque como sobre alguna y a Kay se le olvide llevársela... Gareth no debería enfadarse. Sabe que la bebo muy de vez en cuando.

Kay ya no intenta dialogar conmigo sobre el tema. Es una batalla perdida. Gareth no deja de querer lo mejor para mí y la cerveza es una bebida que genera muchos problemas de salud. Su padre, por ejemplo, es un alcohólico en rehabilitación con el hígado destrozado por su causa. Es normal que no quiera ver ni una lata en la casa. Igualmente, me hace daño que los dos no se lleven bien. Mi mejor amiga y mi pareja...

Gareth tampoco se habla mucho con mis padres y sus parejas. Cree que se inmiscuyen mucho en nuestros asuntos y me meten ideas raras en la cabeza. Estoy un poco cansada de sus discusiones.

Yo trato de mantenerme al margen, pero tengo que apoyar a mi novio. Él quiere lo mejor para mí. Tiene una visión distinta a la mía y creo que por eso nos complementamos tan bien. Es un deportista de élite y ¿quién mejor que él para aconsejarme de cómo mantener mi figura?

Kay regresa justo cuando estoy poniendo las palomitas en el microondas. Tengo que hacer un esfuerzo para sonreír. No puedo estar triste. Son pocas las noches que puedo pasar con alguien que no sea Gareth, últimamente. Tengo que hacer todo lo que pueda ahora que él está en Dallas y transigir sus normas. Si no se entera, no habrá problema. No quiero que me dé un sermón de por qué la cerveza es mala para mi cuerpo, que me puede hacer engordar, que destrozará mi hígado... ¡que tiene razón! Lo sé. Pero una vez al año...

—Aproveché para comprar servilletas porque no creo que sean suficientes para limpiarme la baba durante el maraton de Chris... digo de Jurassic World. Por cierto, ¿No puedes invitarlo para una noche de estas? —pregunta Kay.

—¿Estás loca? ¿Tendríamos dos problemas?

—¿Cuáles? Si se pueden saber...

—Primero: a su novia no creo que le haga gracia y no quiero que me mande un Terminator para vengarse. Segundo: no puedo meter en casa de Gareth a un tío.

—Es tu penthouse, Thee. Puedes hacer lo que te dé la gana. No vas a follártelo. En todo caso sería yo...

—¡Kay! Ni se te ocurra pensar en convertir este santo lugar en tu picadero.

InvitadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora