Quiero Ser Feliz

603 51 89
                                    

—¡Gareth! ¡Gareth!

Otro día en el que me despierto gritando su nombre. Otra noche en la que las pesadillas invaden victoriosas un sueño pacífico que perdí hace una semana.

Desde entonces, mis días se han convertido en una sucesión de llanto, amargura por sentirme reducida a un despojo de persona, insultos a todos los que me rodean por no entenderme, y gritos ante cualquier confusión, torpeza o error que cometo. Me he convertido en esto y, por suerte, no tengo ningún espejo para mirarme, porque rompí todos en la primera oportunidad que tuve.

Si tuviera uno frente a mí, me encontraría con una chica que parece haber envejecido de golpe, con ojeras que rodean unos ojos inyectados en sangre e irritados, despeinada y con veinte millones de nudos —en cualquier momento me afeito la cabeza—, mis mejillas sucias y rojas de llorar y de tratar de limpiarlas, mi nariz igualmente enrojecida y con mocos confundiéndose con las babas que expulso por mi boca de labios resecos y las lágrimas. He perdido peso porque apenas tengo ganas de comer.

Estoy segura de que varios medios de prensa matarían a su madre, si fuera necesario, para conseguir esta deplorable imagen de mí. ¿Cómo podía él amarme siendo esta persona tan triste y depresiva?

Todavía me debato si es culpa mía o suya. No estoy segura si dependía de mí el final de nuestra relación o si era un secreto a voces, lo que me lleva a odiarme aún más por no haber sido capaz de anticiparlo y evitarlo.

Recupero mi móvil y entro en Instagram, pero en lugar de usar mi cuenta de athenadiaz, ingreso con una falsa para ver las historias que él y Anna suben. Me duele verlos tan felices, casi parecen hechos el uno para el otro. Además, varios de sus seguidores comentan que son una mejor pareja que cuando estaba conmigo, y lo peor es que ambos dan me gusta a esos comentarios.

Ahora están juntos en las playas de Malibú y parece que planean una escapada a Hawái antes de que empiece la temporada regular. Hablamos tantas veces de ir allí de vacaciones, o a las Maldivas o al Caribe, y nunca fue posible. Si no era yo, era él quien aparecía con un motivo para posponerlo.

Me arrepiento de no haberlo hecho realidad. Me hubiera encantado recorrer una isla con él, hablar de todo lo divino y lo humano, reírnos a carcajadas y pasar un día increíble como si fuéramos dos personas normales y corrientes.

Siento mucha envidia de Anna, por todo lo que tiene con él: su cuerpo acariciado por él, su cabello apartado de su hermoso rostro por él, sus manos que pueden agarrar las de él, sus labios que lo besan a él, sus piernas que se entrelazan a su cintura mientras están juntos... incluso su voz es más melodiosa que la mía. ¡Es que ni siquiera puedo soportar el sonido de la mía!

—¿Cómo estás, mi vida? —dice mi madre mientras se asoma por la puerta. Estuve a punto de pegar otro grito de frustración...

—No tengo ganas de estar despierta porque recuerdo todo y tampoco tengo ganas de dormir porque tendré una nueva pesadilla en la que él se ríe con Anna, sus amigos y la prensa de mí. No entiendo por qué, además de eso, tengo que estar desnuda. ¡Mis sueños no pueden ser más crueles!

Mi madre se acerca, me abraza y me besa el cabello mientras, sorpresa, empiezo a llorar de nuevo. Es solo cuestión de minutos para que la mande a la mierda de nuevo.

—¿Qué puedo hacer, mamá? No soporto seguir viviendo así.

—No sigas viviendo así. Sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero tienes que pensar que, por más vueltas que le des, Gareth no volverá.

Se muerde la lengua. En otra ocasión, habría agregado un "gracias a Dios" que habría recibido una respuesta negativa. ¿Por qué demonios tengo que seguir defendiendo a ese impresentable? ¿Es alguna forma de justificar esos años que pasamos juntos? ¿Tan poca dignidad tengo que no soy capaz de mandarlo a la mierda todavía?

InvitadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora