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McKenzie Elder


Antes, lo más difícil de manejar en mi relación con Eddie era la violencia inexplicable que él podía llegar a sentir de un momento a otro. Lo contemplaba, aterrada de ser golpeada, por unos minutos e intentaba calmarlo. A veces funcionaba bien, otras solo me abofeteaba sin sentir lo más mínimo de culpa y yo no podía hacer nada más que soportar todo eso. Porque estaba obligada, estaba amenazada. Si bien lo seguía estando, me parecía ridículo siquiera en pensar salir de esa situación, pero con Aser a mi lado se veía posible; por fin había encontrado una salida de mis problemas y a alguien que estaba dispuesto a hacer lo que fuera para ayudarme a tomarla.

Había aceptado ir con Aser a la fiesta porque él me lo había propuesto, porque de algún modo yo sentía una gran y poderosa atracción hacia él y su naturaleza, y porque pensé que me haría bien salir y despejare un rato, a pesar de no haber recibido mensajes de mi novio. Aquello me pareció bastante extraño durante unos días, pero luego recibía una llamada suya y me olvidaba del tema; pocas veces se acercaba si tenía a un grupo grande cerca.

Tenerlo ahí, de frente, junto a la chica que hizo miserable toda mi infancia me hizo sentir tan... vulnerable. Riley se había encargado de fastidiar cada momento posible sin remordimientos y eso era lo que me había marchitado desde un inicio.

Aser me había obligado a ponerme de pie al verlos llegar, no podía enfrentarlos sentada encima de él.

Riley se veía espectacular en su glamuroso y costoso vestido negro, con piedrecitas del mismo color; su cabello rubio estaba peinado en una coleta de caballo, con ondas en las puntas, y una cinta negra en la muñeca derecha. Volteé a ver a Eddie, traía puesto un traje con el mismo estilo de Riley, lo que me pareció extraño y me hizo sospechar de una sola cosa...

—¿Me estás poniendo los cuernos, Eddie? —salió de mi boca.

En su mano traía un vaso con alcohol. Se limitó a beber un poco del misterioso líquido y luego soltó:

—Me parece que tú lo hiciste conmigo, McKenzie.

Bufé.

Tenía razón, pero...

¿Cómo se había enterado...?

—Mientes, es todo lo que sabes hacer, carajo —lo atacó Aser. Eddie se soltó del agarre de Riley y se acercó más a él.

—Cuidado, mocoso, no sabes con quién te estás metiendo.

—Nadie te tiene miedo, así que cierra el pico de una puta vez. ¿Cómo entraste aquí? Te prohibieron por...

—¡Eres un imbécil! —lo interrumpió. Sin darse cuenta apenas, le dio un buen puñetazo en la mandíbula.

Aser perdió el equilibro y casi cayó de espaldas, lo sostuve a tiempo antes de que colapsara por completo, pero sentí todo su peso sobre mí y me obligué a sentarlo en el suelo. Me agaché para hacerlo y luego me quité los tacones de a poco. No supe si iba a ser una buena idea o si me metería en problemas, pero en ese mismo momento no me importó en lo absoluto. Me preocupaba que Aser resultara herido, y prefería ser yo la que sufriera antes que él.

"El amor puede ser más destructivo y enfermo que el odio, por eso es más peligroso..."

Era como si mi madre estuviera susurrándome cosas al oído.

Lo siento mamá, pero ahora es mi turno de ser peligrosa por amor...

Agarré ambos tacones con fuerza, uno con cada mano, y me levanté despacio aun dándole la espalda a Eddie y a Riley.

El Infierno de Sus Besos © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora