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McKenzie Elder


—Ya dímelo de una vez, Karen. Estoy segura de que te pasa algo.

—¡No me pasa nada, Mack! Por favor entiende...

Estábamos sentadas en el borde de su cama discutiendo sobre la actitud que Karen había adoptado desde hacía unas pocas horas de volver de la preparatoria.

—No te creo. Solo dímelo, no voy a juzgarte.

—¡No me pasa nada, carajo! —repitió enfadada.

—Pues no te creo —me levanté de un salto.

—¿Por qué no me crees? —preguntó levantándose también.

Suspiré.

—Ya no actúas como antes, Karen. Estás preocupada por cada detalle imperfecto en ti, te ríes mucho y no paras de comentar cosas estúpidas. —Me volví a sentar y con una mano la atraje hacia mí—. Puedes confiar en mí, lo prometo, si te pasa algo no le diré a la abuela ni a nadie. ¿Te ocurrió algo con Saul...?

Al pronunciar el nombre del chico, mi hermana desvió la mirada hacia la pared para que no pudiese verla.

—No... —oí que un sollozo se escapaba de su boca.

—No me mientas, por favor. Solo quiero ayudarte...

Me acerqué un poco más a ella.

—Sí...

—¿Sí qué? —quise saber. No le había entendido.

—Que sí pasó algo.

Suspiré mentalmente y tomé bastante aire para seguir.

—¿Te hizo algo? ¿Te golpeó?

—¡No! —negó rápidamente y volvimos a mirarnos a los ojos. Los de ella estaban vidriosos; tenía muchas ganas de llorar y unas lágrimas gritaban para salir de ellos.

—¿Entonces qué mierda pasó? —pregunté inquieta.

Ella guardó silencio antes de confesar lo que podría cambiar todo en ella.

—¡Creo que estoy embarazada! —chilló y se echó a llorar, sin poder seguir conteniéndolo.

Mi mundo entero se detuvo. Ya no oía el ruido del viento que entraba por la ventana, las cortinas de su habitación parecían haber dejado de moverse y mis rodillas temblaban.

¿Acaso era posible...?

—¿Cómo? —pregunté al volver en mí.

—Me hice dos pruebas al volver y salieron positivas. No supe qué hacer... —hizo un puchero y se acercó a mí en busca de consuelo, por lo que abrí mis brazos para abrazarla.

¿Cómo hemos llegado tan lejos en tan poco tiempo...?

No me interesaba saber cómo había ocurrido, ni cuándo, pero al menos esperaba que Saul supiera todo esto...

—¿Ya le dijiste a Saul? —inquirí mientras le hacía caricias en la espalda con ambas manos.

Ella negó con la cabeza como respuesta.

Genial.

—Esto está mal... —pensé en voz alta, más para ella que para mí—. ¿Estás segura de que las pruebas fueron positivas? ¿Revisaste bien las instrucciones de uso....?

Ella asintió a todas las preguntas.

Un nudo se me hizo en la garganta. Escucharla y verla así me ponía triste. No me enojaba como cuando ella se comía mis galletas, simplemente me sentí muy apenada porque lo que decía parecía ser verdad. Estaba confirmado y no parecía que hubiera vuelta atrás. Estaba muy nerviosa y experimentaba un millón de nuevas sensaciones que no me permitían pensar con claridad el tema. Iba a ser tía si mi hermana tenía al bebé, pero si abortaba mis expectativas se reducirían a cero.

El Infierno de Sus Besos © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora