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Aser Dylan


—¿Qué te pasa, Aser? Te veo decaído desde la mañana.

—Estoy bien.

—¿Seguro? —inquirió, preocupada por mi mal estado de ánimo.

—Ajá. No te preocupes.

Olivia asintió, desconfiada por lo que le había dicho, pero no hizo más preguntas sobre el tema y lo agradecí.

—Es por ella... ¿o no? —su tono de voz se hacía cada vez más bajo y su mirada se hallaba perdida en la pared que teníamos enfrente.

Suspiré.

Ya lo sabía.

—No es lo que crees, lo juro.

Se puso de pie y la tomé del brazo para que volviera a sentarse.

—Te sigue gustando. ¿No es así? —sonrió amargamente.

—Que no, carajo, ¿cuándo lo vas a entender? —solté con un tono de voz bastante elevado.

—¿Entonces por qué no estamos en una relación, Aser? ¡Me tienes aquí como una estúpida esperando a que superes a esa chica! Yo quiero algo serio y exclusivo; no me interesa que le tires la onda a McKenzie y que sigas ilusionándome de esta manera... —hizo una pausa y agregó—: Tú no eras así cuando te conocí.

Sin decir ninguna palabra salió de la casa dando un portazo.

Me quedé allí sin hacer ningún solo movimiento pero con intenciones de levantarme a seguirla. A rogarle que no se fuera de mi lado.

Pero no insistí en lo absoluto, ya había aprendido con Mack.

Necesitaba olvidar la palidez del rostro de Olivia al acusarme de ilusionarla, esos ojos bellísimos que lanzaban una mirada suplicante en medio de una tormenta. Vi decepción y resentimiento en ellos. Vi ese maldito odio que comenzaba a florecer hacia mí. Pero aguanté. Aguanté ese impulso imbécil de seguirla, como ella quería, para culparme de toda la mierda que sentía. Ya estaba harto. Olivia necesitar entender que debía respetar lo que sentía, mi pérdida reciente.

Y como si la situación no podría haber empeorado más, un número desconocido iluminó la pantalla de mi celular.

Un hombre comienza a decirme algunas cosas sin importancia sobre un incidente, pero al nombrar a mi madre se me hiela la sangre; es ahí cuando comienzo realmente a prestar atención a lo que me decía. Casi en forma de susurro pregunto, temeroso:

—¿Ella está bien?

Al parecer trabaja en el mismo hospital en el que mi madre ha sido trasladada de urgencias, y me urge su puta respuesta a la pregunta que acabo de hacerle, con un nudo en la garganta. Espero un par de segundos más, bastante impaciente y nervioso. Quiero ir al gimnasio y comenzar a entrenar, distraerme de esta mierda que empieza a invadir mi pecho. Ese mismo tipo de angustia que sentí cuando vi a Mack irse de mi lado.

—No conozco los detales del accidente —dice, intentando mantenerse relajado—. Lo único que puedo decirle es que la han ingresado hace cosa de unos cinco minutos, intente venir lo antes posible.

El hombre cuelga sin esperar más tiempo y me quedo de pie, confundido y herido, con el celular en una mano.

Busco entre los contactos de mi teléfono el número de Olivia.

Mierda.

Me tiemblan las manos y estoy más nervioso de lo que me gustaría estar. Solo necesito saber que ella se encuentra bien, que el accidente no ha sido grave y que puedo mantenerme en contacto con ella.

El Infierno de Sus Besos © ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora