McKenzie Elder
Observé detenidamente el cuadro que había empezado hacía unos días atrás. Noté algunos detalles que delataban imperfecciones de la obra pero no me molesté mucho por ello.
El lienzo mostraba el retrato de una chica delgada y de cabellos azabaches. Es su mirada se notaba un profundo sentimiento de decepción, desamor e incluso melancolía. Sus mejillas se notaban enrojecidas y de sus ojos brotaban pequeñas lágrimas de dolor. En el fondo no había nasa, de hecho ni siquiera me había molestado en pintarlo de algún color; era el lienzo vacío y ya. Nada más. Pero eso era arte.
Todo podía llegar a ser arte de algún modo.
Todo es arte.
Yo era de las chicas que fielmente creían que el arte podía estar en cualquier sitio: en la lluvia, los atardeceres, un gesto o contacto físico, o incluso también en los mismísimos seres vivos, específicamente los humanos. Yo creía que el arte se escondía hasta en los más mínimos detalles porque lo es el todo y la nada; y con esto hacía que ni existiera, ya que eso lo denominamos vida. La vida es eso que construimos bellamente con lo que uno quiere que sea. O tal vez solo lo dejamos fluir a su ritmo.
Hasta la tristeza de puede convertir en arte.
El amor también es arte. El amor es una fuerza poderosa que mueve el mundo. Es una emoción compleja que implica sentimientos, pensamientos, acciones y decisiones. El amor es dar y recibir, compartir y respetar, apoyar y crecer. El amor es un compromiso con uno mismo y con el otro. Es una aventura que nos llena de alegría, pero también de desafíos, riesgos y dolores; es una elección que hacemos cada día. El amor es una experiencia única e irrepetible en los seres humanos y lo hace especial....
Yo era arte y Aser también. Éramos ese lienzo de colores opacos que a veces se complementaban, pero otras veces simplemente se repelían por naturaleza...
Éramos. Nosotros fuimos. Pasado... todo ha finalizado.
Pestañeé seguidas veces y luego bostecé. Esas eran las consecuencias de dormir menos de las horas sugeridas por expertos, pero en serio había valido la pena; el cuadro ya casi estaba finalizado y de paso había estado intercambiando unos cuantos mensajes con Aaron sobre variados temas de conversación.
Tomé el celular y me fijé en la hora. Ya casi eran las seis de la mañana y los diminutos rayos del sol ya comenzaban a colarse por la ventana de mi habitación. En el cielo había bastantes nubes enrojecidas por la luz del sol, las que, combinadas con los árboles de mis vecinos, me levantaron un poco el ánimo por tal belleza que contenían.
Los amaneceres se me asimilaban a una hora donde todo está paralizado, como en pausa. Hay silencio ruidoso y solo se ve la luz moviéndose por distintos lugares del cielo.
La atmósfera se fue iluminando poco a poco, cambiando de un azul oscuro a un naranja brillante. El sol se asomaba por el horizonte, bañando el paisaje con su luz dorada. Los pájaros empezaron a cantar, animados, gritando a sus compañeros el inicio de una nueva mañana. El aire fresco y limpio llenó mis pulmones cuando abrí la ventana, y sentí una oleada de energía y esperanza. Me quedé mirando el espectáculo de la naturaleza, maravillada por su armonía singular.
Desbloqueé la pantalla de bloqueo en mi celular y deslicé la mirada hacia la aplicación de mensajes. Acerqué mi rostro a la pantalla, a causa de mi mala visión, al ver un número de notificaciones en el ícono de la aplicación. Era el número tres. Lo observé con curiosidad y la abrí, esperando encontrarme con unos mensajes de cualquier persona, pero al reparar en que eran de Aaron, el corazón dejó de latirme por una fracción de segundos.
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El Infierno de Sus Besos © ✔️
Storie d'amore-Aser, yo... no sé lo que tenemos en común. No podríamos tener algo entre tú y yo. ¿Lo captas...? -él negó con la cabeza, forzando una risa-. Dímelo, ¿Qué mierda tenemos en común? -Nos gustamos. -Declaró sin pensarlo-. No pienses siquiera en negarlo...