Epílogo

74 4 1
                                    

La tarde caía en la ciudad tranquila de aspecto antiguo,con el típico aire fresco que indicaba el comienzo del invierno.

La gente caminaba por el parque central, rodeando una gran fuente que hace mucho había dejado de funcionar, algunos descansaban en ella mientras que otros corrían a sus destinos, algunas personas se encontraban fuera de las tiendas tratando de atraer nuevos clientes mientras que otras apenas estaban abriendo.

A lo lejos se lograban ver algunas carruajes siendo tirados por caballos y algún que otro vehículo que funcionaba con vapor, dejando una estela a su paso.

De un edificio de aspecto antiguo salió una chica mientras cerraba la puerta con llave, una pareja la vió y se acercaron, pero ella habló primero.

-lo siento, ya no tenemos servicio, surgió una emergencia y no hay nadie para atender, pero si quieren pueden volver mañana y presentar esta tarjeta- dijo mientras sacaba de su bolsillo una pequeña tarjeta de plástico de color azul la cuál contenía unos extraños dibujos en ella -con ella les daremos algunos descuentos especiales por las molestias-

Un hombre la tomó, examinandola con delicadeza y luego se la pasó a la mujer que estaba a su lado.

-que lástima, habíamos escuchado que este lugar es de los mejores en la región, pero bueno, estaremos varios días en la ciudad así que volveremos mañana - dijo el hombre con una sonrisa

La chica asintió y comenzaron a caminar en otra dirección.

La chica suspiró y se aseguró de que estuviera bien cerrado. Pudo ver su reflejo en el cristal de la puerta.

Aquellos ojos bicolor que tanto le gustaban seguían ahí, su cabello con mechones azules seguía igual aunque ahora el azul abarcaba más espacio y casi parecía que una gran franja de su cabello era de ese color.

Algunas arrugas se habían formado en su rostro, aunque por fortuna eran tan pequeñas que no se notaban a no ser que estuvieras realmente cerca.

Su ropa de trabajo seguía siendo la misma, a excepción de su short el cuál ahora era totalmente cerrado y no mostraba aquella llamativa abertura a sus lados, aunque había tenido que hacerle reparaciones en más de una ocasión e incluso había incluído nuevos colores a algunos de sus uniformes, los originales eran sus favoritos.

Sus manos ahora tenían algunas pequeñas cicatrices, resultado de experimentos fallidos de cocina y una pequeña época de bartender que terminó rápido debido al gasto excesivo de reponer botellas rotas.

Ella sonrió cuándo esos recuerdos llegaban a su mente, aunque recordó lo que estaba haciendo y salió caminando con velocidad en dirección contraria a su restaurante.

...

En una casa de la ciudad, alejada del bullicio del centro, se encontraba una chica cortando un par de vegetales mientras que a su lado había una gran olla con varios ingredientes.

Lo hacía con delicadeza pero con firmeza, mostrando que sabía bien que hacía.

En su mano izquierda brillaba un bonito anillo de oro en su dedo anular. El cuál resaltaba bastante con aquellas cicatrices que tenía.

Vestía con una camisa de manga larga y cuello de tortuga color verde pistacho, un pantalón holgado de color negro y un delantal blanco el cuál estaba totalmente pulcro. Su cabello estaba recogido con una cinta, dejando una bonita cola de caballo de color plateado.

Ella terminó de cortar la zanahoria que tenía en la tabla y la colocó dentro de la olla, parecía que tenía agua hirviendo y un ligero vapor salía de ella.

Enseñando A Sentir (Segunda Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora