Cap1: Correr por tu vida.

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Capitulo1: Correr por tu vida.




Tercer día sola, varada en el bosque. Sola, con frío, sucia, muerta de hambre. Tan solo poseo un cuchillo y un hacha para defenderme de los muertos vivientes. Durante estos días tenía la tonta esperanza de encontrar a alguien, o a algo para mi compañía... Es decir, sé que el mundo es azotado por esta mierda, pero también sé que aún hay esperanza. Sobrevivientes. Personas que lograron llegar hasta este punto vivas, que luchan por el mismo motivo que yo: Sobrevivir.


Caminando, sin un punto de equilibrio justo, a punto de caerme, apareció una pequeña luz para mí. Un búho que se encontraba descansando sobre un tronco caído. Sin pensarlo más armé una ballesta improvisada con ramas y rocas, agradecí mi buena puntería y disparé contra su cabeza. Con un solo golpe logré que cayera atontada al suelo. Lo agarré rápidamente y torcí su cuello, matándolo.


-Dios me ah bendecido... - Me dije a mi misma, mientras desplumaba al pájaro.


Pasé el resto de la tarde y parte de la noche encendiendo una pequeña fogata para cocinar al búho. Se sentía bien sentir el estómago medio lleno después de tanto tiempo.

Terminé la cena y me recosté sobre el tronco a descansar. La luna posaba en medio del cielo, por lo que percaté que sería de medianoche. Me gustaba mucho ver el cielo... Era lo único que, a pesar de todo lo malo, nunca había cambiado y seguía conservando la misma belleza de siembre.


-...Grrhg...


-...Arrggh...


Sentí varios murmullos similares acercándose a mi posición. Digo familiares, porque sabía de quienes eran. Eran los come carne. Se acercaban hacia mí.


-¿Será posible que alguna vez tenga una noche tranquila? ¡Maldición!


Agarré mis pocas pertenencias y salí corriendo prácticamente a ciegas, cosa que me dificultaba muchísimo. Apenas tenía el suave brillo de la luna para poder guiarme. Mi ritmo cardíaco se aceleró rápidamente. Mis pupilas se dilataban, tenía la respiración entrecortada y las manos heladas. Tenía tan solo un cuchillo y un hacha para defenderme de las bestias, y lo que sea que el destino quiera de mí.

Logré alejarme un poco más de ellos y descansé sobre un árbol.


-¡Arrggh!


Me dí la vuelta y lo tenía a pocos centímetros de mi rostro, con su asquerosa boca abierta a punto de masticarme.

Tomé rápidamente mi cuchillo y atravesé su cabeza, pero igual, era demasiado tarde. Su maldito rugido atrajo la atención de los demás hacia mí. Nuevamente tomé una bocanada de aire y me seguí corriendo por mi vida.


Corrí, maté unos cuantos y seguí corriendo a ciegas hasta que amaneció. De repente otra de esas bestias se puso frente a mis ojos y pude destruirlo a tiempo con mi cuchillo. Pero eso me jugó en contra considerablemente. No tuve ni la fuerza ni el tiempo suficiente para poder sacarle el cuchillo de la frente, ya que una horda se asomaba sobre mí. Mandé todo a la mierda y seguí huyendo.

Pasó otra hora más y perdí mi hacha. Ahora solo me quedaba correr, y correr, y esperar lo que el destino tenía preparado para mí.


Luego de un tiempo perdí a la mayoría de ellos, y solo quedaron dos persiguiéndome. Por fin llegué al final del bosque donde había un pequeño pueblo desolado, pero con un par de casas, donde tal vez podría esconderme.

Llegué a la primera, y en la entrada me caí, doblando mi tobillo, incapacitándome para caminar.


Los otros dos malditos seguían atrás de mí, buscando devorarme. Ya me sentía perdida. Con pocas fuerzas me arrastré hasta la entrada de la casa, pero el picaporte permanecía cerrado. Pensé que quizá había alguien adentro, asique con toda la desesperación del mundo chocaba mis puños contra la puerta, esperando que alguien me ayudara.


-¡Abran por favor! ¡Estoy atrapada! ¡Ábranme!


Mis gritos eran inútiles. No se sentía ni siquiera un murmullo, ni un pequeño ruido dentro del hogar.

Las bestias ya estaban sobre mí, a punto de devorarme. Ya no me quedaba nada, solo esperar a que el dolor desapareciera... Y reanimar como uno de ellos. Mi vida entera pasó delante de mis ojos en unos pocos segundos.


-¡Hey, ustedes!


Gritó una voz delante de mí. Los monstros llevaron su atención hacia ese alguien, olvidándose por completo que yo estaba ahí.


-¿Quieren carne fresca? ¡Aquí me tienen! Síganme, daremos un paseo.


Quedé helada, incapaz de musitar sonido alguno. Los monstros gruñeron, se olvidaron por completo que me tenían ahí y se dirigieron a seguirle a aquel joven con sombrero de sheriff que me había salvado la vida.

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