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-¿Qué es esto?

preguntó Elena, cogiendo la flor que Lani le había ofrecido.

Entonces la conejita respondió con confianza.

-¡Es una flor de conejo!

-¿Flor de conejo?

Elena ladeó la cabeza al oír por primera vez en su vida el nombre de la flor de la que nunca había oído hablar.

Si uno miraba de cerca la flor con hojas, parecía la cola de un conejo.

-Sí, los humanos creen que estas flores de conejo son sólo flores bonitas que comen los conejos, pero en realidad son estupendas para las mujeres. El efecto analgésico es fuerte.

Ahora que lo pienso, era una flor que Elena había visto a menudo en el jardín.

El jardinero pensó que era una mala hierba y la arrancó toda.

Elena, escéptica, se quedó mirando la flor de conejo.

Entonces Lani la incitó.

-¡Pruébala ahora! ¡Será muy eficaz!-Lani añadió.-Como espíritu de la tierra, es suficiente para justificarlo.

«De acuerdo. No es nadie más, es un espíritu de la tierra.»

Elena cerró los ojos y se llevó la flor de conejo a la boca.

La flor estaba limpia, como si Lani la hubiera lavado con sus patitas.

Cuando masticó desde el tallo hasta los pétalos de una vez, el sabor amargo se extendió.

«Ugh. Sabe horrible.»

La fina frente de Elena se entrecerró. Quería escupir la hierba de inmediato.

Pero no podía escupirla por culpa de Lani, que la estaba esperando.

Apenas masticó la flor de conejo, Elena se la tragó e inmediatamente engulló el agua tibia que estaba colocada sobre la mesa auxiliar.

Aun así, el sabor amargo en su boca no disminuyó fácilmente.

Mientras se recostaba en la cama, Lani se acercó a la cara de Elena.

Los ojos de Lani estaban llenos de expectación.

-¿Cómo estás? ¿Sientes el efecto?

-Lani... Tomará más tiempo de lo que esperas para que el efecto de la droga se extienda... ¿uh?"

¿Por qué ya no se sentía mal?

Elena saltó de la cama.

Sólo había tomado la flor hace unos 30 segundos más o menos.

¡¿Ahora no me duele?!

Los ojos de Elena se abrieron de par en par.

-¡Maestro! ¡¿El efecto es bueno?! ¡¿Ya no estás enferma?!

Lani saltó sobre las piernas de Elena y se acercó.

Una sonrisa llenó la cara de la conejita.

Elena acarició a Lani y sonrió.

-Sí. La verdad es que no me duele nada. Gracias, Lani.

-Jeje. Me alegro, mi señorita.

A Elena se le iluminaron los ojos al sentir que Lani se acurrucaba entre sus brazos.

«¡Eso es!»

***

El periodo infernal había terminado.

Accidentalmente seduje al hermano menor del protagonista masculinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora