No transcurrieron diez minutos, cuando ya Bartolomé había salido de casa del Notario para ir en busca del negro, al cual vio Mary Bonny rondar por la calleja.
En tan breve tiempo, el valiente pirata había logrado transformarse de tal modo, que no le reconocería nadie.
Con unos cuantos tijeretazos se recortó la inculta barba y los largos cabellos; se puso un traje español que debía de tener reservado el Notario para los días solemnes, y que le sentaba de un modo admirable, pues ambos eran de la misma estatura.
Vestido de aquel modo, el terrible merodeador del mar podía pasar por un tranquilo y honrado burgués gibraltareño, si no por el Notario mismo. Como hombre prudente, metióse en uno de los comodísimos y amplios bolsillos una pistola, no fiándose enteramente del disfraz.
Así transformado, salió de la casa como si fuera un ciudadano pacífico que va a respirar unas cuantas bocanadas de aire matinal, mirando a lo alto para ver si el alba, que no debía de tardar ya mucho, se decidía a poner en fuga a las tinieblas.
La callejuela estaba desierta; pero el Comandante había visto al negro pocos momentos antes, y este no debía de andar muy lejos.
—¡Lo encontraré! —murmuró el pirata—. ¡Si el compadre Saco de carbón se ha decidido a volver, muy graves motivos le habrán obligado a no salir de Maracaibo! ¿Habrá sabido ese condenado de Jhon Smith que ha sido el demonio rojo el que ha dado el golpe? ¿Estará escrito que las tres valientes hermanas deben caer en las manos de ese siniestro viejo? ¡Por Cristo vivo!,¡Pero nosotros saldremos de aquí para cobrarle ojo por ojo, diente por diente y vida por vida!
Monologando así, salió de la callejuela, y se disponía a volver la esquina de una casa, cuando un soldado, armado con un arcabuz, y que estaba escondido en una puerta, le cortó el paso de repente, diciéndole con voz amenazadora:
—¡Alto ahí!
—¡Muerte y condenación! —murmuró Bartolomé metiendo la mano en el bolsillo y empuñando una de sus pistolas—. ¿Estamos ya?
Pero tomando el aspecto y la expresión de un buen burgués, dijo:
—¿Qué es lo que queréis, señor soldado?
—Saber quién sois.
—¡Cómo! ¿No me conoce? ¡Soy el Notario del barrio, señor soldado!
—Dispensadme; hace poco que he llegado a Maracaibo, señor Notario.
¿Adónde vais, si es que se puede saber?—A casa de un pobre hombre que se está muriendo, y, como comprenderéis, cuando uno se dispone a irse al otro mundo es preciso pensar en los herederos.
—¡Verdad, señor Notario; pero tened cuidado de no tropezar con los piratas!
—¡Dios mío! —exclamó Bartolomé fingiendo un gran susto—.
¿Están aquí los piratas? ¿Cómo se han atrevido a desembarcar esos canallas en Maracaibo, que es una ciudad tan bien guardada, y que está gobernada por un soldado tan valiente como Jhon Smith?—No se sabe cómo han logrado desembarcar, pues no se ha visto barco alguno de piratas, ni cerca de las islas, ni en el Golfo de Coro; pero de que han venido no hay duda alguna. Bástele saber que han matado a tres personas y herido a cuatro, y que han llevado su atrevimiento hasta apoderarse del cadáver de la dama de Rojo, el cual había sido ahorcado ante el palacio del Gobernador, juntamente con los que le acompañaban.
—¡Qué bribones! ¿Y dónde están?
—Se cree que han huido al campo, y ya se han mandado tropas a diferentes sitios con la esperanza de capturarlos, para que hagan compañía a los ahorcados.

ESTÁS LEYENDO
MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA
Historical FictionAnne Bonny, también conocida por su diminutivo Boon, fue una pirata irlandesa que operó en el Caribe durante los primeros años del siglo XVIII y una de las mujeres piratas más famosas de todos los tiempos. Anne, nació en Irlanda pero sus padres pr...