Bartolomé se apresuró a obedecer, pues sabía que era peligrosa toda vacilación con la capitana.
Ante la escotilla le esperaba James cárter en compañía del contramaestre, de la tripulación y de algunos filibusteros, quienes le interrogaban acerca del desgraciado fin de la dama de rojo y de sus gentes, manifestando propósitos terribles de venganza contra los españoles de Maracaibo y, sobre todo, contra el Gobernador.
Cuando el hamburgués supo que había que disponer la canoa para regresar a la costa, de la cual habían podido alejarse precipitada y milagrosamente, no pudo disimular su asombro y sus recelos.
—¡Volver otra vez allá abajo! —exclamó—. ¡Dejaremos allí el pellejo, Bartolomé!
—¡Bah! ¡Por esta vez no iremos solos!
—Entonces, ¿quién va a acompañarnos?
—El Demonio Rojo.
—¡En ese caso, no temo nada! ¡Ese diablo de mujer vale por cien filibusteros!
—Pero vendrá solo.
—¡No importa, Bartolomé; no hay nada que temer con él!
—¿Y volveremos a entrar en Maracaibo?
—Sí, amigo mío, y seremos unos héroes si logramos llevar la empresa a buen fin. Tú, contramaestre, manda que pongan tres fusiles en la canoa, las municiones correspondientes, un par de hachas de abordaje para nosotros dos, y algo que comer.
¡Nunca sabe uno lo que puede suceder, ni nadie adivinará cuándo volveremos!
—Ya está hecho eso —respondió el contramaestre—. ¡Ni siquiera me he olvidado del tabaco!
—¡Gracias, amigo; eres la perla de los contramaestres!
—¡Ahí está! —dijo en aquel momento James cárter.
Sobre la cubierta apareció la Corsaria. Vestía un fúnebre traje;
pero se había ceñido una espada muy larga, y puesto en el cinto un par de grandes pistolas y un puñal de los que llamaban los españoles de «misericordia». Terciado en el brazo llevaba un amplio ferreruelo, negro como el traje.Se acercó al hombre que estaba en el puente de órdenes, y que debía de ser el segundo comandante; cambió con él algunas palabras, y en seguida, dirigiéndose a los dos filibusteros, dijo brevemente:
—¡En marcha!
Bajaron a la canoa los tres. La Capitana se envolvió en el ferreruelo y se sentó a proa, y los filibusteros, echando mano a los remos, volvieron a comenzar con grandes alientos la fatigosa maniobra.
El barco filibustero apagó las luces de posición, orientó las velas y empezó a seguir a la canoa, dando bordadas para no adelantarse.
Probablemente habría querido el segundo comandante escoltar a su jefa hasta la costa para protegerle en caso de una sorpresa.
El Capitana, medio tendido en la proa y con la cabeza apoyada en un brazo, permanecía silenciosa; pero su mirada, tan perspicaz como la de un águila, escrutaba atentamente el negro horizonte, como si tratase de distinguir la costa americana, envuelta en las tinieblas.
De tiempo en tiempo volvía la cabeza hacia su barco, que le seguía siempre a una distancia de siete u ocho cables; después volvía a mirar hacia el Sur.
James cárter y Bartolomé bogaban con gran brío, haciendo volar sobre las negras aguas al sutil y esbelto botecillo. Ni a uno ni a otro parecía que les preocupaba el regreso hacia aquellas costas, pobladas por sus implacables enemigos:
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MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA
Historical FictionAnne Bonny, también conocida por su diminutivo Boon, fue una pirata irlandesa que operó en el Caribe durante los primeros años del siglo XVIII y una de las mujeres piratas más famosas de todos los tiempos. Anne, nació en Irlanda pero sus padres pr...