Cuando El Tinieblas ancló en aquel seguro puerto, al lado del estrecho canal que le ponía a salvo de cualquier sorpresa por parte de las escuadras españolas, hallábanse los piratas de las Tortugas en pleno jolgorio, pues la mayor parte de ellos acababan de hacer ricas presas en sus correrías, bajo las órdenes de Anne Bonny, por las costas de Santo Domingo y de Cuba.
Ante el fondeadero y en la playa, bajo amplias tiendas y a la sombra de frescas palmeras, banqueteaban alegremente aquellos terribles depredadores, consumiendo con prodigalidad de nabab lo que les correspondiera en el botín.
Tigres en el mar, en tierra se convertían aquellos hombres en los más alegres de todos los habitantes de las Antillas, y —¡cosa extraña!— corteses hasta cierto punto, porque no dejaban de invitar a sus fiestas a los desgraciados españoles que hicieron prisioneros y llevaron consigo con la esperanza de un buen rescate, portándose con ellos como caballeros, e ingeniándose para hacerles olvidar su triste condición.
Decimos triste, porque los piratas, si no llegaba el rescate pedido, recurrían con frecuencia a medios crueles para obtenerle, como era enviar a los gobernadores españoles la cabeza de algún prisionero, con objeto de apremiarlos.
Anclado el buque, los piratas interrumpieron el banquete, el baile y los juegos para saludar con ruidosos vivas el regreso del demonio rojo, que gozaba entre ellos de una popularidad que corría pareja con la del famosa Anne Bonny.
Ninguno ignoraba lo atrevido de su proyecto de arrancar vivo o muerto del gobernador de Maracaibo a la pobre dama de Rojo, y como conocían su audacia, habían acariciado la ilusión de que iban a verlos regresar a ambos.
Mas al ver que ondeaba a media asta la bandera, todas las manifestaciones ruidosas cesaron como por encanto, y aquellos hombres se reunieron en silencio en el fondeadero, ansiando saber noticias de las dos corsarias y de la expedición.
Desde lo alto del puente de órdenes, el caballero de Boccanera lo había visto todo. Llamó a Morgan, que mandaba en aquel momento que echasen al agua algunos botes, y señalándole los piratas agrupados en la playa, le dijo:
—Decid a esos que la dama de Rojo ha recibido honrosa sepultura en las aguas del gran Golfo; pero que su hermano ha vuelto con vida para preparar la venganza.
Se interrumpió durante algunos instantes, y luego añadió cambiando de tono:
—Mandad avisar a Anne Bonny que esta tarde saldré a buscarle;
después, id a saludar en mi nombre al Gobernador. Más tarde iré yo mismo a verle.Dicho esto, esperó a que amainasen las velas, y llevado a tierra el cable de amarra y transcurrida media hora, descendió a la cámara, donde se encontraba la joven flamenca dispuesta para desembarcar.
—Señorita —le dijo—, os espera una chalupa para conduciros a tierra.
—Estoy dispuesta a obedecer, capitana —contestó ella—. Soy vuestra prisionera, y no he de oponerme a lo que ordenéis.
—No, señorita; ya no sois prisionera.
—¿Cómo es eso, capitana? Yo no he pagado mi rescate todavía.
—El rescate ha ingresado ya en la caja de la tripulación.
—¿Y quién lo ha pagado? —preguntó la duquesa—. Todavía no he avisado mi prisión al marqués de Heredia ni al gobernador de Maracaibo.
—Ciertamente; pero ha habido quien se ha encargado de pagar vuestro rescate —contestó sonriendo Mary Bonny.
—¿Vos quizá?
—Bien; ¿y si hubiera sido yo?
La joven flamenca se quedó silenciosa, y al cabo dijo con voz conmovida:
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MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA
Historical FictionAnne Bonny, también conocida por su diminutivo Boon, fue una pirata irlandesa que operó en el Caribe durante los primeros años del siglo XVIII y una de las mujeres piratas más famosas de todos los tiempos. Anne, nació en Irlanda pero sus padres pr...