CAP 4: La Cabaña de Mum

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una seña de la  Capitana, James cárter y Bartolomé levantaron al prisionero y lo sentaron al pie de un árbol, aun cuando sin desatarle las manos, a pesar de hallarse seguros de que no habría cometido la locura de intentar la fuga.

La Capitana se sentó enfrente, en una enorme raíz que salía del suelo como una serpiente gigantesca, y, por su parte, los dos piratas  se pusieron de centinela en los extremos de la espesura, pues no tenían completa seguridad de que el prisionero estuviera solo.

—Dime —le dijo Mary Bonny al cabo de algunos momentos de silencio—. ¿Está todavía expuesta mi hermana?

—Sí —contestó el prisionero—; el Gobernador ha mandado que esté colgado tres días y tres noches.

—¿Crees que será posible robar el cadáver?

—Quizá, puesto que por la noche no hay más que un centinela en la plaza de Granada. Los quince ahorcados ya no pueden escaparse.

—¡Quince! —exclamó Mary Bonny con voz sombría—. ¿Es decir, que ese feroz Jhon Smith no ha respetado a ninguno?

—A nadie.

—¿Y no teme la venganza de los piratas de las Tortugas?

—Maracaibo está bien abastecida de tropas y de cañones.

Una sonrisa de desprecio plegó los labios del fiera Capitana.

—¿Qué son para nosotros los cañones? —dijo—. ¡Nuestras hachas de abordaje valen bastante más; ya lo habéis visto en el asalto de San Francisco de Campeche, de San Agustín de La Florida y en otros combates!

—Es verdad; pero Jhon Smith se considera seguro en Maracaibo.

—¡Ah! ¿Sí? ¡Está bien; ya lo veremos en cuanto yo me presente con Anne Bonny!

—¡Con Anne Bonny! —exclamó el español—. ¡Con la más cruel de los piratas!

El Corsario no debió de haberse hecho cargo de las palabras del prisionero, porque prosiguió, cambiando de tono:

—¿Qué es lo que hacías en este bosque?

—Vigilar la playa.

—¿Solo?

—Sí, solo.

—¿Temían quizá alguna sorpresa de nuestra parte?

—No lo niego, pues habían señalado un barco sospechoso que anclaba en el Golfo.

—¿El mío?

—Estando vos aquí, claro es que ese barco debe de ser el vuestro.

—¿Y el gobernador se habrá apresurado a fortificarse?

—Ha hecho más: ha mandado algunos avisos a Gibraltar para prevenir al Almirante.

Esta vez fue Mary Bonny la que se sobresaltó, si no de espanto, por lo menos lleno de inquietud.

—¡Ah! —exclamó, mientras su tez pálida se ponía lívida—.
¿Correrá quizá algún peligro grave mi barco?

Pero en seguida añadió, encogiéndose de hombros:

—¡Bah! ¡Cuando lleguen a Maracaibo los barcos del Almirante, ya estaré yo a bordo de El tinieblas!
Se levantó bruscamente, dio un silbido para llamar a los dos piratas, y les dijo brevemente:

—¡En marcha!

—¿Y qué es lo que hacemos con este hombre? —preguntó Bartolomé.

—Traerle con nosotros. ¡Me respondéis de él con vuestra vida si se escapa!

MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA Donde viven las historias. Descúbrelo ahora