Al ver los piratas a su Comandante y a Morgan lanzarse al abordaje del barco, el cual ya no podía huir, se precipitaron detrás de ellos como un solo hombre.
Habían dejado los arcabuces, armas inútiles en un combate cuerpo a cuerpo, y empuñando los sables de abordaje y las pistolas, se lanzaron como impetuoso torrente y gritando a todo pulmón para esparcir el terror entre los enemigos.
Arrojáronse a toda prisa los bicheros de abordaje para aproximar mejor ambos buques; pero los primeros piratas que se reunieron en el bauprés, impacientes por poner pie en el buque enemigo, se habían echado sobre las trincas, y agarrándose a los foques y descendiendo por la delfinera, se dejaron caer en la cubierta.
Pero allí encontraron una resistencia inesperada. Por las escotillas salían furiosos los españoles que había en las baterías, empuñando sables y hachas.
Eran lo menos cien hombres, mandados por algunos oficiales y los maestres y contramaestres de artillería.
En un abrir y cerrar de ojos se repartieron por el puente, subieron al castillo de proa y cayeron encima de los piratas, en tanto que otros, precipitándose sobre la toldilla de cámara, descargaron a quemarropa los dos cañones de proa, enfilando la cubierta de la nave pirata con un huracán de metralla.
Mary Bonny no vaciló. Encontrábanse en aquel momento los barcos costado con costado.
De un salto montó la amura y se arrojó en la toldilla del buque español, gritando:
—¡A mí, perros de mar!
Morgan le siguió, y detrás los arcabuceros, en tanto que los gavieros, desde las cofas, desde las crucetas, desde los pelones y desde las escalillas arrojaban granadas en medio del enemigo, haciendo fuego al propio tiempo con pistolas y fusiles.
La lucha se hizo terrible, espantosa.
Tres veces Mary Bonny llevó a su gente al asalto de la cubierta de cámara, en donde se habían reunido sesenta o setenta españoles, que limpiaban la toldilla con los cañones de proa, y tres veces los rechazaron; por su parte, Morgan tampoco consiguió subir al castillo de proa.Con igual furor se combatía por ambas partes. A pesar de haber sufrido pérdidas desastrosas, causadas por el fuego de los arcabuceros, que ya eran en menor número, los españoles resistían heroicamente, decididos a hacerse matar antes que rendirse.
Las granadas de mano que arrojaban impunemente los gavieros del buque pirata hacían estragos en sus filas; pero no retrocedían.
En derredor suyo se encontraban muertos y heridos; pero el gran estandarte de España ondeaba atrevidamente en lo alto del palo mayor, con su cruz flameante a los primeros rayos del sol.
Sin embargo, aquella resistencia no podía durar mucho. Furiosos ante la obstinación de los enemigos, los piratas se arrojaron por última vez al asalto del castillo y de la toldilla, guiados por los dos comandantes, que combatían en primera fila.
Treparon por las escalillas para dejarse caer por el cordaje del palo de mesana o a través de la maniobra de popa; se agarraron a las bancazas, corrieron por las amuras y llovieron por todas partes sobre los últimos defensores del desgraciado barco.
Mary Bonny rompió aquella muralla de cuerpos humanos y se metió en medio del último grupo de combatientes.
Había tirado el sable de abordaje y empuñado una espada.
La hoja silbaba como una serpiente, batiendo y rechazando los hierros que intentaban alcanzarle en el pecho, e hiriendo a diestro y siniestro.
Nadie podía resistir aquel brazo ni parar sus estocadas. En derredor suyo se abrió un hueco, y se encontró en medio de un montón de cadáveres, con los pies en la sangre que corría a torrentes por el plano inclinado de la cubierta.
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MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA
Historical FictionAnne Bonny, también conocida por su diminutivo Boon, fue una pirata irlandesa que operó en el Caribe durante los primeros años del siglo XVIII y una de las mujeres piratas más famosas de todos los tiempos. Anne, nació en Irlanda pero sus padres pr...