Al día siguiente, apenas había salido el Sol, zarpaba del puerto la expedición bajo el mando de Anne Bonny, y de su hija en compañía de Jennifer Scott.
Despedíanla el redoble de los tambores, los tiros de fusil de los bucaneros y los estrepitosos ¡hurras! de los piratas que tripulaban los buques anclados.
Componíase de ocho naves, entre grandes y pequeñas, armadas con ochenta y seis cañones y tripuladas por novecientos cincuenta hombres. El barco de Anne Bonny montaba dieciséis piezas de artillería, y doce El tinieblas.
Por ser este el más veloz, navegaba a la cabeza de la escuadra sirviéndole de explorador.
En lo alto del palo mayor ondeaba la bandera negra con bordados de cuatro dragones de su Comandante, y en el palo pequeño, el gallardete rojo de los buques de combate. Detrás iban los otros buques en doble línea, pero distanciados lo suficiente para poder maniobrar sin peligro de encontrarse o de cortarse el camino recíprocamente.
Ya en mar abierto, la escuadra se dirigió hacia Occidente para ganar el canal de Barlovento y desembocar en el mar Caribe.
El tiempo era espléndido, el mar estaba tranquilo y el viento era favorable; así que todo hacía esperar una navegación rápida y feliz hasta Maracaibo; tanto más, cuanto que se había advertido a los piratas que se encontraba entonces la flota del almirante Loredo en las costas de Yucatán, con rumbo a los puertos de México.
Pasados dos días sin haber tenido encuentro alguno, y cuando la escuadra se disponía a doblar el cabo del Engaño, El tinieblas, que navegaba, como siempre, a la cabeza, señaló la presencia de un barco enemigo que iba con rumbo a Santo Domingo.
Anne Bonny, nombrada comandante suprema, ordenó que todos los buques se pusieran al pairo y fue a reunirse con El tinieblas, que se preparaba para la caza del barco avistado.
Junto a la costa, y al otro lado del cabo, divisaron un navío que llevaba en el asta de popa el gran estandarte de España, y en el mastelete del palo mayor, el gallardete de los buques de guerra.
Parecía como que buscaba un refugio, pues habría visto ya, probablemente, la poderosa escuadra pirata.
Anne Bonny hubiera podido rodearle con sus otras naves y obligarle a rendirse, o echarle a pique de una sola andanada; pero aquellos fieros corsarios tenían incomprensibles magnanimidades, siendo, como eran, ladrones de mar.
Acometer a un enemigo con fuerzas superiores, lo reputaban como una bellaquería indigna de hombres fuertes y valerosos, como ellos se creían, y desdeñaban abusar de su poder.
Anne Bonny mandó que indicasen al demonio rojo que se pusiera al pairo como los otros barcos, y ella se dirigió atrevidamente hacia el buque español, intimándole la rendición incondicional o la lucha, y haciendo saber a sus hombres de proa que, cualquiera que fuese el éxito de la contienda, su escuadra no se movería.
El barco, que ya se veía perdido, pues no podía tener la más pequeña esperanza de salir victorioso contra fuerzas superiores, no se hizo repetir dos veces la intimación; pero, en lugar de arriar el pendón, mandó clavarlo su comandante en lo alto del mástil, y, como respuesta, descargó contra el buque enemigo sus ocho cañones de estribor, haciendo comprender de este modo que no se rendiría sino después de obstinada resistencia.
Se había empeñado la batalla por ambas partes de un modo vigoroso. El buque español montaba dieciséis cañones: pero no tenía más que sesenta tripulantes. Anne Bonny llevaba otras tantas piezas de artillería; pero, en cambio, doble número de hombres, entre los cuales iban muchos bucaneros, tiradores formidables que decidían muy pronto la suerte de las luchas con sus infalibles tiros.
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MARY BONNY_ LA ÚLTIMA CORSARIA
Historical FictionAnne Bonny, también conocida por su diminutivo Boon, fue una pirata irlandesa que operó en el Caribe durante los primeros años del siglo XVIII y una de las mujeres piratas más famosas de todos los tiempos. Anne, nació en Irlanda pero sus padres pr...