Sangrando

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Minho estaba emocionado.

Era casi la hora. El estadio ya se estaba llenando con miles de espectadores, y con la multitud ya empezando a animar, tuvo problemas para mantenerse en calma. Este no era un partido amistoso. Este era el primer partido oficial de la temporada. Esta era la Premier League de Barclays, la mejor liga de fútbol del mundo, y él iba a estrenarla como delantero izquierdo, en lugar de Nhoa.

Finalmente.

Mientras se dirigían hacia el túnel, Minho miró a su hermano adoptivo.

Apestaba que tuviera que mantener las apariencias y no pudiera sonreír ante la incomodidad de Nhoa. Él quería sonreír y regodearse, pero por
supuesto que no podía: había cámaras por todas partes. Las apariencias eran
importantes. Él era el chico bueno y Nhoa era el malo de la película -o al
menos esa era la opinión pública-. Los chicos buenos no se regodeaban.

Algunos probablemente podrían considerar lo que él había hecho cruel, pero a Minho no le importaba. En lo que a él concernía, no era nada que Nhoa no se mereciera. Ese pedazo de mierda siempre le había caído mal.

Desde el primer momento en que sus padres adoptivos trajeron a Nhoa a la
familia, a Minho le había desagradado enormemente. Él no había pedido por
un hermano. No quería un hermano. Pero por supuesto, nadie se había
preocupado por lo que él pensaba. Los Greyhound estuvieron demasiado
enamorados del pequeño muchacho de aspecto tierno como para preocuparse por la opinión de su primer hijo. Y eso fue lo que Minho había sido: él era el primero. Sus padres eran sus primeros, y él no quería compartir sus juguetes con ese enano escuálido que ni siquiera hablaba inglés o francés. Le desagradó Nhoa a primera vista y el desagrado era bastante recíproco, y, como se vio después, de larga duración. Habían pasado casi
quince años, sus padres adoptivos llevaban mucho tiempo muertos, pero la antipatía entre ellos sólo había crecido con cada año que pasó. Ahora que ellos competían por cosas más importantes que juguetes, el deseo de Minho por limpiar el piso con Nhoa era más fuerte que nunca.

Por eso no pudo evitar sentirse un poco decepcionado ahora. Él esperaba
que fuera más difícil robar la posición favorita de Nhoa en la cancha,
pero todo había ido sorprendentemente bien. Había sido demasiado fácil. Él había pensado que Nhoa sería más que un desafío, pero esa pequeña mierda ni siquiera puso demasiada resistencia. Los extraños arrebatos en el temperamento de Nhoa durante el último par de meses, en realidad lo habían hecho demasiado fácil para él. A la luz del comportamiento de Nhoa, convencer a los medios de comunicación y al entrenador de que merecía jugar en la posición favorita de Nhoa fue un juego de niños.

Desagradablemente fácil.

—Espero que no estés enojado conmigo, Nhoa, —dijo Minho, incapaz de resistir la oportunidad de refregárselo.

Nhoa no dijo nada, así que Minho le lanzó otra mirada. El idiota se veía
como la mierda. Estaba aún más pálido de lo normal, y los oscuros círculos bajo sus ojos lo hacían verse más viejo.

Y esos extraños ojos cafés... había
algo desconcertante en ellos.

—Oye, ¿estás bien? —preguntó Minho, empujándolo con la mano.
Nhoa no respondió.
—¿Nhoa?

—Fantástico, —Nhoa dijo sin mirarlo.— Nunca he estado mejor.

—Pero te ves…

—Guárdate tu falsa preocupación, —Nhoa dijo inexpresivamente.— No
estoy de humor para tu mierda.

Esa era otra cosa molesta. En lugar de estar irritado por el hecho de que
Minho había conseguido su posición favorita, parecía que a Nhoa no le
importaba. Aunque Nhoa había estado viéndose como la mierda durante el último par de semanas, Minho sabía que no era por su culpa.

Quizás algo enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora