Planes para dormir

6 2 0
                                    

Eran las dos de la mañana y James todavía estaba despierto, mirando una
habitación llena de sombras. Luego de meses de vivir en una ciudad grande y
ruidosa, la tranquilidad de la campiña Inglesa le resultaba extraña.

La casa estaba en completo silencio. Incluso el bebé había dejado de llorar
hace un rato.

El bebé. El hijo de Nhoa y Nancy.
James todavía no estaba seguro de cómo se las había arreglado para ponerse una sonrisa y decir todas las cosas correctas cuando Nancy había bajado con el bebé. Había pensado que estaba listo para ello, pero nada podría haberlo preparado para realmente ver al hijo de Nhoa -su hijo con su mujer-. Después de la cena, James se excusó a sí mismo, diciendo que estaba cansado luego del vuelo, y dejó la habitación, ignorando la mirada
preocupada en el rostro de Nhoa.

Eso fue hace seis horas.

Seis horas de pensar en círculos y preguntarse qué incluso estaba haciendo
aquí.

El bebé tenía los ojos de Nhoa. Y su nariz. Y su barbilla obstinada.

—Basta —Susurró James. Así de loco estaba.

La puerta se abrió chillando.
Sus ojos se dirigieron hacia ella, pero no podía ver demasiado. La noche no
tenía luna y estaba demasiado oscuro en la habitación.
Hubo pasos acercándose a la cama.

—¿Nhoa?

—¿Cómo adivinaste?

—No creo que Nancy vendría a mi habitación en mitad de la noche.

James intentó sonar divertido, pero no estaba seguro de haberlo logrado.
Oyó a Nhoa pararse junto a la cama por un momento. Luego se deslizó
bajo el edredón.

James se puso tenso.— ¿Que estás haciendo?

—No podía dormir, —Nhoa dijo, como si eso lo explicara todo. Él se dio la
vuelta, echó un brazo sobre el pecho desnudo de James, la mejilla en su
hombro, y suspiró con satisfacción.— Mmm, mucho mejor. Joder, estoy tan
cansado.

—Nhoa…

—Abrázame. Sabes que duermo como un bebé cuando me abrazas.

James sonrió.— Eres un mimado malcriado.

—Si yo soy un mimado malcriado, entonces es tu culpa, —Nhoa dijo,
bostezando.— Eres el único que alguna vez me mimó.

James suspiró y puso una mano en la espalda de Nhoa, obligándose a no acariciar la sedosa piel suave debajo de sus dedos.

Descansaron en silencio por un largo rato, el tipo de silencio que sólo podía
compartirse entre personas que se conocieran íntimamente: dolorosamente
cómodo y contenedor.

—¿Odiaste a Liam? —Nhoa susurró de repente, trazando círculos con
su dedo en el pecho de James.— Está bien si lo hiciste. Quiero decir, no
está bien, pero lo entiendo.

—Es un bebé de dos meses, —dijo James.— Yo no odio bebés hasta que tienen, por lo menos, tres meses de edad.

Nhoa rió, su aliento haciéndole cosquillas en la piel de la forma más
tentadora.

James tuvo que tomar algunas respiraciones antes de poder controlar su voz.— Él se parece mucho a ti.

—Supongo, —Nhoa murmuró, acariciando el hombro de James y
enganchando su tobillo alrededor del de James. La sensación de la pierna
desnuda de Nhoa contra la suya era casi insoportable por su intensidad.

James apretó los dientes. Estaba acostumbrado al comportamiento de
Nhoa como un gatito hambriento de mimos, pero esto era ridículo
incluso para él.

Quizás algo enfermizoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora