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Maratón 4/?

EMILIO

Existen muchos momentos en los que quisiéramos vivir para siempre, momentos que deseamos que jamás terminen por lo lindos que fueron, momentos que sabemos deben terminar, pero deseamos que el tiempo valla más lento para poder disfrutarlos más de lo que ya lo estamos haciendo.

Justamente eso era lo que yo quería de este último año, aunque mi vida cambió mucho con la llegada de tres personas, definitivamente la llegada de la cuarta personita a mi vida es lo que en verdad marcó un gran antes y un después en mi. Hubieron muchos momentos dificiles donde no sabía ni qué estaba haciendo, donde deseé que mi vida volviera a ser como antes, muchas veces había pensado en su llegada, me sentía muy preparado para cuando se volviera parte de mi vida, pero cuando estuvo por primera vez entre mis brazos me di cuenta que no estaba listo pero no tenía más tiempo para mentalizarme sobre eso, él ya estaba ahí y nada podría cambiar eso.

Los primeros meses fueron difíciles pero superamos muy bien esa etapa, sin saber que seguían unas peores donde los dos sufririamos mucho por lo complicado que era todo, recuerdo muy bien las terribles noches que tuvimos cuando sus dientes comenzaban a salir porque le dolía y no había nada que yo pudiera hacer porque probamos hasta con unas tipo pomadas para sus encías y él seguía sufriendo, los brotes de crecimiento que tuvo también eran complicados porque todo el cuerpo le dolía y tratábamos de disminuirlos con masajes pero lo relajaban momentáneamente. Sin duda fue un año de muchas altas y bajas, de entendernos unas semanas y luego enfrentarnos a nuevos cambios, pero también de momentos muy lindos como sus primeras risas, sus momentos de locura donde se cree de goma y se deja caer sobre cualquier superficie concluyendo muchas veces en un gran golpe donde termina llorando, también están sus primeras palabras, sus primeros pasos que fueron hace solo unos días, tantas primeras veces que no cambiaría por nada.

Hoy finalmente podemos celebrar que hace exactamente un año mi pequeño Leo llegó al mundo, un lindo bebé de casi 3 kilos y 49 centímetros que ahora es un niño completamente sano, feliz y lleno de amor, el niño con la risa más linda y tierna, el motivo de mis desvelos, el causante de mi felicidad y también el creador del arte de leche que vive en mis sudaderas a diario.

Para este primer año de mi hijo, decidí no hacer una fiesta grande porque no quería lidiar con mucha gente, así que se haría un festejo más íntimo. Renté una casa en un bosque a las afueras de la ciudad por un fin de semana, ahí nos estaríamos quedando Amalia, David y su novio, Joaquín, Leo y yo; nos fuimos desde el viernes en la mañana y volveríamos el lunes en el transcurso del día, claro que para tener libres esos días tuvimos que trabajar mucho, pero valía la pena.

El sábado inició con bastante ruido por la gente trabajando en la decoración y Amalia peleando con todos porque no le estaba gustando cómo ponían los adornos; Leo despertó cerca de las 10am, lo cambié y bajamos a desayunar, le di un poco de cereal para bebés con trocitos de fruta y yo comí hotcakes y café con los chicos. Cerca del medio día Leo tomó su siesta y yo aproveché ese tiempo para comprobar que todo estaba como yo lo había pedido, después tomé una ducha y me arreglé con un pantalón beige, una camisa azul claro y zapatos cafés. Cuándo Leo despertó lo arreglé con un overol verde, una playera blanca con estampado de animales y zapatos cafés.

 Cuándo Leo despertó lo arreglé con un overol verde, una playera blanca con estampado de animales y zapatos cafés

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