Capítulo 5

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—Akaashi, ¿quién es ella?

Bokuto murmura, pero el pelinegro no lo escucha.

—Yo... eh... ¡Puedo explicarlo!

Devuelve su mirada rápidamente al chico.

—Bokuto-san, tienes que irte.

—¿¡Eh!? —Akaashi asiente, parece angustiado—. ¿Por qué?

—Es mi entrenadora. Y no es la más dulce de todas.

Con eso es suficiente para que el mayor se levante con un poco de pesar. Siente unos cuantos tirones en su rodilla, probablemente de los golpes que se ha dado, así que patina como puede (y con ayuda de Akaashi) hacia la salida de la cancha.

Una mujer rubia y alta, claramente delgada y con cuerpo de patinadora, clava sus ojos en Bokuto. Es intimidante con su mirada helada y su cabello por debajo de su mandíbula, perfectamente lacio. Al igual que todo de ella.

—¡Lamento si causé algún problema! —exclama apoyándose contra el borde ya afuera, sacándose los patines.

—Oh, claro que causaste. Keiji perdió diez minutos de clase por ti.

Akaashi luce avergonzado, parado al lado de ella con la mirada baja. Bokuto nota que está jugando con sus dedos y deduce que es por los nervios. Recuerda todas las veces que lo observó y cómo encontró un patrón en sus movimientos en distintas ocasiones. Cuando se ponía nervioso y actuaba con ansiedad, lo demostraba jugando con sus dedos.

Se molestó por eso.

—Bueno, bueno. ¡Que solo son diez minutos! Puede agregar más al final de la clase u otro día —frunce su ceño, sintiendo su piel erizarse al contacto helado del piso con sus pies.

—¿Estás diciéndome cómo dar mis clases?

—No. Solo estoy aconsejando —se encoge de hombros indiferente—. Como sea, ¡adiós, Akaashi! ¡Te quiero! ¡Suerte en tu entrenamiento!

—Adiós... Bokuto-san...

Y se termina de poner las zapatillas al salir.

Odia esta situación y con ello odia a la entrenadora de Akaashi.

Mientras tanto, el pelinegro, está siendo reprochado por la mujer; quien se queja que le ha hecho perder diez minutos de entrenamiento y que los mejores del mundo no llegan así a ser quienes son hoy en día. Akaashi, por primera vez en su vida, hace oídos sordos y recuerda a Bokuto y su extraña pero linda forma de ser.

Es quizá increíble el cambio que ha logrado esta tarde en él. No sería una mala idea darle una oportunidad a Bokuto y al amor, quién sabe.

Pero se arrepiente de todas esas palabras cuando horas más tarde, se despierta por culpa de su teléfono. Es Bokuto llamándolo: Resulta que en uno de esos días, el mayor lo molestó tanto que le dio su número de teléfono para que lo deje en paz. Y ahora quiere matarlo porque son las...

—Tres de la mañana. Bokuto-san, te voy a matar.

—¡Solo sal afuera!

—¿Cómo se supone que conseguiste mi dirección?

Pregunta frunciendo su ceño mientras se levanta de la cama. Abre la puerta directa al balcón y sintiendo el golpe de frío chocar su rostro, se da cuenta que en el jardín de su casa, Bokuto Kotaro está parado, mirándolo con una sonrisa y su teléfono todavía pegado en su oreja.

Akaashi siente un aleteo en su estómago.

—Bokuto-san, ¿qué haces en mi casa?

—¡Vengo a buscarte!

—¡Es la madrugada!

—Sí, sí. ¿Bajas?

Mira fugazmente la puerta de su cuarto y muerde su labio inferior. Si sus padres llegan a enterarse, automáticamente cavará su propia tumba...

Y es una mala idea. ¿Pero cómo podría negarse a Bokuto?

Bueno, podría tranquilamente. Le dice que no y que se vuelva a su casa; pero pensar que vino a la suya solo para llevarlo a quién sabe dónde, genera una estúpida calidez en su cuerpo.

Suspira.

—Espérame cinco minutos.

—¡Ese es mi chico!

No puede evitar sonrojarse ante eso.

—Bokuto-san, ¿debería llevar algo?

—¡No, ya tengo todo así que solo ponte ropa cómoda pero abrígate porque está fresco!

—Bien...

Busca en su armario qué ponerse. Termina decidiéndose por una sudadera vieja y unos pantalones sueltos que se ajustan a sus tobillos. Sale de su cuarto lo más sigiloso posible y se arregla en el baño, lavando sus dientes y rostro, intentando, de alguna manera, verse bonito. Siente que ni la oscuridad de la noche lo hará ver más apuesto, pero hace lo que puede.

Toma su teléfono y corta la llamada, sorprendiéndose un poco porque Bokuto sigue esperándolo en línea. Decide armar su cama, utilizando una almohada para pretender que es su cabeza y tapándola por completo por si sus padres deciden ir a revisarlo mientras duerme.

Una vez ya hecho todo, toma una soga que usualmente usa para saltar y sale de su balcón, cerrando suavemente la puerta, procurándose de no hacer ningún ruido. Bokuto sigue mirándolo, sin borrar su espléndida sonrisa.

Akaashi, concentrándose en su trabajo para bajar, tira la cuerda y la ata a un costado del balcón, donde por suerte hay un viejo gancho que usaba para colgar una sombrilla. Toma aire antes de cubrir sus manos con los puños de su sudadera y comienza a bajar, siendo cuidadoso. La soga no llega al suelo, pero ahora puede bajar sin lastimarse realmente.

—¡Akaashi, eres increíble!

—Gracias, Bokuto-san.

—¿Es la primera vez que haces eso?

Akaashi niega.

—Lo hacía de pequeño para ir a la pista.

Bokuto asiente y su sonrisa crece más.

—¿Qué pasa?

—¡Te ves muy bonito así!

¿Algún día logrará acostumbrarse a los halagos desvergonzados de Bokuto?

Solo sonríe con vergüenza y asiente.

—¿A dónde vamos a ir?

—¡A jugar vóley!

Akaashi frunce su ceño.

—Pero no sé jugarlo.

—¡Y por eso te enseñaré! —exclama tomando su mano. Akaashi se sonroja aún más—. Es muy fácil, lo juro.

—Bokuto-san, es muy tarde para practicar vóley. ¿No molestaremos a los vecinos?

—Es viernes por la noche, tenemos derecho a disfrutar un rato...

—¿Y a dónde iremos?

—Al parque de aquí cerca. ¡Hay una cancha!

La emoción de Bokuto lo hace sonreír de manera inconsciente. Es sorprendente la energía que tiene ante tales horas y la alegría de saber que practicara su deporte favorito. Es contagioso, esta faceta de él es linda.

—Bokuto-san.

Sin embargo, cuando baja su mirada para que el mayor no note cómo lo ha enternecido pensar en él, recuerda que caminan tomados de la mano. Pensando en el contexto en el que están, parecen una pareja que camina por la calle en medio de la noche. ¿Por qué se siente tan vergonzoso?

—¿Por qué tomaste mi mano?

Pregunta curioso. Bokuto lo mira y se encoge de hombros.

—Te dije que no quería que me soltaras nunca más, ¿recuerdas?

Es sorprendente lo tranquilo que es cuando tiene que decirle todo esa cursilería. Ni siquiera se sonroja. Bokuto es tan extraño...

The cold in your eyes | BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora