Nuestra canción

38 2 0
                                    

Parecíamos dos asesinas en serie, deshaciendo los pasos para no ir a dejar ninguna evidencia por ahi suelta que nos inculpara. Nos vestimos quedando en camiseta y ropa interior.

Recogimos las sábanas mojadas, secamos el sofa y el piso con una toalla y las metimos a lavar. Si mi esposo preguntaba, pues era porque él se había vomitado. Le di play al botón y me doy cuenta de que esta tarareando algo en su mente y medio bailando.

- ¿Tienes audífonos?
- No --se rio con picardía--, no necesito
- ¿Cómo así? --pregunte extrañada--
- Normal --señalándose la cabeza-- esta todita ahi
- Estas loca, eso no se puede
- ¿Apostamos? --se acercó a mi lóbulo dándole un pequeño mordisco-- y entonando con su voz melodica "¿qué horas son mi corazón? tun tun tun tururun tun tun Te lo dije bien clarito..."

La abracé y no pude más que reírme mientras bailábamos ahi abrazadas siguiendo la tonada de "Me gustas tú de Manu Chao". Ella levantó una ceja y sonrió divertida segura de que había logrado contagiarme.

Mientras íbamos acomodando el resto de cosas seguíamos bailando, tarareando la tonada sin dejar de tirarnos y miraditas como un par de adolescentes. 

Regresamos el espejo a su sitio. Sin hacer mucho ruido, que ni se porque entramos con tanta cautela a la habitación porque si ese escandalo no lo había despertado menos nosotras abriendo el closet, saque algo de ropa cómoda para poder dormir y se la pase sin siquiera voltear a mirarla. 

Mientras sacaba unas sabanas de la parte alta del closet y con las manos ocupadas. Ella me abrazo por la espalda y pude sentir sus pezones erectos en mi espalda, mientras se acercaba a mi oído y con voz muy baja me cantaba el estribillo "Me gusta marihuana, me gustas tú" pasando su lengua por mi lóbulo.

Me hizo perder las fuerzas y todo se me cayó al suelo, me di la vuelta como hipnotizada a besarla y apenas vi a mi esposo acostado en la cama me quedé helada. Me hacía perder demasiado la noción y por un momento hasta me había hecho olvidar el lugar donde estábamos.

Ella volteo a mirar hacia atrás e hizo una cara de decepción, una que no se explicar muy bien, no porque reaccionara así, no porque ahi estuviera mi esposo, más bien una de querer que todo esto hubiera pasado en otro lugar. Me sonrió con complacencia, se agacho a recoger las sábanas y me agarro de una mano para sacarme de ese estado catatónico y de la guarida del lobo.

En silencio sin siquiera mirarnos nos cambiamos de camisetas y nos colocamos un par de shorts para dormir, así también nos evitábamos cualquier tentación. Cuando todo estaba listo, trate de irme tan rápido como pudiera.

- Hasta mañana --dije camino a mi habitación--

Ella me alcanzo a mitad del corredor y me agarró de un brazo. Ni siquiera quise voltearme porque sabía que no iba a poder resistirme a sus ojos.

- Lo siento, no quería ponerte en peligro ni hacerte sentir mal, no pensé y me dejé llevar por un impulso estúpido ¿no te vayas así porfa? ¿discúlpame?

Traté de dar un paso hacia adelante y no pude, sentía como si me hubieran clavado el pie al suelo. Ella me abrazo fraternalmente por la espalda apoyando su cabeza en mis hombros, suspirando profundamente.

- No lo vuelvo a hacer, te lo juro

Me di la vuelta y me derretí con esos ojitos manipuladores dignos del gato con botas de Shrek. Nos quedamos ahí un rato abrazadas y así avanzamos hasta llegar de nuevo al sofa, sabía que aunque no podía, esa noche no iba a poder dormir lejos de ella. 

Cogí un par de libros de poesía de la biblioteca y los dejes abiertos como si nos hubiéramos quedado dormidas leyendo. Algo que ya ha pasado con amigas que se quedan a dormir y que no levantaría sospechas.

Lo teso fue acurrucarnos juntas y hacer que pararan los besos, las miradas, las caricias. Ya se escuchaban los pajaritos cantar y la mañana despuntar y nosotras seguíamos en nuestro idilio. De repente escuchamos a mi esposo levantarse dándose contra las paredes corriendo al baño a vomitar.

Disimulamos tan rápido como pudimos, me acosté mirando hacia la pared para poder aguantarme la risa y ella me abrazo en cucharita. Nos quedamos inmóviles como zarigüeyas hasta que lo escuchamos regresar a la habitación.

Samantha me dio un beso en el cuello, me apretó con fuerza y así abrazadas agotadas a mas no poder al fin nos quedamos dormidas mientras en mi mente seguía dando vueltas la tonada con su melodiosa voz "¿qué horas son mi corazón?" "radio reloj, cinco de la mañana" y una sensación de paz inimaginable.

Samantha me dio un beso en el cuello, me apretó con fuerza y así abrazadas agotadas a mas no poder al fin nos quedamos dormidas mientras en mi mente seguía dando vueltas la tonada con su melodiosa voz "¿qué horas son mi corazón?" "radio reloj, cin...

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ella es: SamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora