Apenas empezamos a caminar me di cuenta de que mi esposo estaba más borracho de lo que me imaginaba, se le iban de más los pasos y mecía de un lado a otro cual barco en tormenta. Lo abracé y Samantha con una sonrisa en la cara de una llegó a hacerme como apoyo, pasando su brazo por encima de su cuello y tomándolo de la cintura agarrándose a mi brazo.
Tampoco es que le estuviéramos dando tanto apoyo, él es por mucho más alto y pesado que nosotras y aun con el apoyo de Sam se nos iban los pasos y muertas de risa nos tocaba equilibrarlo entre las dos. Él iba casi en automático con los ojos cerrados, balbuceando canciones y hablando en alguna lengua cercana a invocar un demonio.
Pasando por un parque nos sentamos en una banca para descansar y tomar alientos, aunque no sabía cómo demonios lo íbamos a volver a levantar de ahi.
- Maldita sea mataría por un cigarro --dije mirando para todos lados y viendo que todo estaba cerrado--
Esta mujer, se mete la mano entre el escote y saca un cigarrillo de dudosa precedencia un tanto mal armado.
- No es exactamente un cigarro... pero este regalito que me dio el baterista --se ríe con timidez-- puede servir
Se lo mete a la boca, lo prende y le da una fuerte fumada, se tira hacia atrás y levanta su cara expulsando una gran bocanada de humo mientras exhala de forma placentera, casi orgásmica. Le dio un par de caladas más y me lo ofreció, mirando con duda.
- ¿Vos le jalas a esto?
- Pues, no mucho, pero a falta de garros --lo pensé por unos segundos-- tocaráLes juro que le di solo un par de fumadas y me cogió la risueña de una. Ella contagiada por la mía, ni podia parar de reír, le dio unas cuantas fumadas más.
- ¿Le damos? --se rio con picardía colocándoselo cerca a la boca de mi esposo--
- No parce, donde le trabemos esa borrachera nos toca es pedir grúa o dormir acá con élDe verdad que no éramos capaces de parar de reír y ni siquiera me había dado cuenta de que ya llevábamos medio porro encima.
- ¡Dejen dormir o les llamó la policía --gritaron desde una de las casas cerca al parque--
- ¡No grite tan duro que va despertar los vecinos!Le contesto Samantha y estallamos peor de la risa, se nos salían las lágrimas y hasta me tocaba sostenerme el estómago de la risa.
- ¡Malditos mariguaneros de mierda!
Sam le dio un par de fumadas mar, lo tiro al suelo y estripo con sus botas. Se pasó la mano de mi esposo y me pico un ojo con dibujando una sonrisa que me encantó, si me encanto, tengo que aceptarlo.
- ¿Vamos antes de que le dé un infarto este viejito cascarrabias?
- Si mejorHicimos un gran esfuerzo y después de varios esfuerzos en los que la misma risa nos hacía perder las fuerzas, logramos ponerlo en pie. El resto del camino se nos fue volando, por decirlo así, ya se imaginarán a lo que me refiero, hasta que llagamos a la casa.
ESTÁS LEYENDO
Ella es: Samantha
RomansaYa en mi tercera década juraba que mi vida era perfecta, hasta que apareció: Samantha. Una noche, solo necesito una noche para derrumbar mi castillo de naipes, poner mi vida patas arriba y hacerme cometer las locuras que nunca imagine. Una noche, so...