La aparecida

51 2 0
                                    

Como andábamos de mesa en mesa, fuimos de los últimos en sentarnos a comer. Descubrí que la fama que tenía su amigo como chef era muy bien merecida, nos sirvió unos cortes de carne perfectamente cocidos, acompañados de una guarnición de ensalada afrutada que le daba una terminación perfecta.

De verdad que me sentía como una más de las mamás detrás de los niños para que no se levantaran de la mesa y terminaran. Más difícil me la dejaron porque empezó la banda a tocar y él se paraba celebrarles cada canción. Me tocaba entre risitas devolverlo. Necesitaba que al menos la grasa le ayudara a nivelar un poco todo el alcohol que ya tenía encima. 

Llegó un combo de personas más, desconocidos para todos, al parecer clientes frecuentes que no sabían que el lugar estaba reservado. Igual el dueño los hizo pasar y acomodar. En ese momento sucedió algo... un tanto extraño.

Entro un man super parecido a mi esposo, excepto por la forma de vestir, un tanto elegante y hasta pretencioso. Detrás venía su novia, una mujer bastante atractiva, llevando una hermosa cachorra de esas frenéticas con energía infinita y al ver a mi esposo lo miró confundida como sin entender y se fue directo a saludarlo montándosele encima y lamiéndole la cara.

La mujer se disculpó y mi esposo le dijo que no había problema, igual le encantan los perros y de no ser porque yo soy alérgica tendría un criadero. No sé cómo explicar la mirada de ella, pero eso ademanes y sonrisitas coquetas eran más que obvias, no es por ser pretenciosa, pero, aunque eran parecidos mi esposo era mucho más atractivo que su novio. Ella se sentó diagonal a nosotros y la hermosa cachorra iba y venía entre la mesa de ellos y la nuestra, una distracción más con la que tenía que lidiar. 

Terminamos de comer, nos ofrecieron más de beber, mi esposo tomo su silla y la colocó al lado de la mía para no darle la espalda a la banda. Quedando en medio de nosotras dos y con la cachorra a sus piernas mientras ellos comían.

El novio de ella parecía no importarle nada, pegado de la pantalla de su teléfono haciendo scroll infinito, como si estuviera en el lugar por obligación. En cambio, ella super alegre hasta coreaba las canciones con los demás y no paraba de botarle sonrisitas y miradas insinuantes cada que podía. La muy desvergonzada hasta nos invitó, por no decir que invitó a mi esposo a una ronda de tragos.

Ya me estaba empezando a enfurruscar y mirando bien decidí no cagarme la noche. Mi esposo sinceramente si estaba interesado en una perra, pero no precisamente en la de dos patas. Estaba era embobado con la peluda de cuatro patas que se derretía ante sus caricias y se le robaba el corazón.

El repertorio de la banda cada vez se ponía mejor y nos llevaba por el nostálgico camino del rock de los 90's como si nunca hubieran dejado de ensayar y cuanto alguno se equivocaba o se perdía en alguna parta se convertía en motivo de burlas y risas. Importaba más la energía y las ganas que la precisión.

 Importaba más la energía y las ganas que la precisión

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Ella es: SamanthaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora