13

1.9K 141 21
                                    

—¿Recuerdas a Ben, el psicólogo de tu madre? —

—Algo, ¿Por qué? ¿pasa algo con Katherine? — Pregunté asustada, hace tiempo no sabía nada de mi madre y lo que menos esperaba, era una mala noticia.

—No, solo, me gustaría que lo fuéramos a visitar. —

—Sadie… — Reproché. — ¿Para qué? ¿No te basta que visite a un sexólogo, sino ahora a un psicólogo? —

—No es por el asunto de tu virginidad, es por el asunto de tu fobia a ser tocada, también, me gustaría que pasaramos a ver a tu madre. —

—¿Para...? —

—Simplemente, quiero que vayamos, necesitas hablar con ellos, la cita está para el martes, a las cinco. —

–Sadie, estoy cansada con el asunto del Doctor Gallagher y su terapia, como para ir ahora con un doctor para locos. — Musité, ella suspiró.

—No es un doctor para locos, es un psicólogo, este sí, común y corriente. —

—No iré, así que deja de insistir, con el sexólogo basta y sobra, ahora, vamos a algún lugar que no tenga que ver con hombres folladores. — Ella rió suavemente, resignándose a discutir lo del psicólogo conmigo.

Poniendo el auto en marcha, conducimos hacia lo que más le gustaba, las compras.

Ropa, ropa y más ropa, además de unos cuantos zapatos y carteras. Las bolsas no caían en el maletero, por lo que algunas, tuvieron que guardarse en los asientos traseros, De veinte bolsas, solo tres eran mías. Comprar no me gustaba, menos no teniendo con qué darme el gusto.

—Ya entiendo porqué las cosas van mal con Charlie, te gastas todo su dinero. — Bromeé, ella rió suavemente con un toque de tristeza. — Chiste malo ¿No? ¿Qué sucede? —

—No llegó a dormir anoche. Creo que tiene otra mujer, he sentido perfume de mujer en su ropa. —

—¿Te afecta? —

—No como creí que lo haría, pienso que realmente las cosas están cambiando entre nosotros y el amor que alguna vez sentimos, se estaba apagando de a poco. —

Suspiré acariciando su brazo, jamás había tenido un novio de más de una semana, no podía darle consejos sobre lo que estaba sucediendo en su relación ahora. Así que sólo decidí ayudarla con mi silencio.

[...]

El lunes, a las diez, Aidan estaba sentado tras su escritorio, con una sonrisa y las manos en su pecho, cruzadas, por debajo de la mesa pude ver una pierna sobre la otra y tuve que respirar profundamente para no desmayarme.

Ese hombre era caliente.

—¿Estás mejor? — Preguntó luego de saludarme con una ligera inclinación de cabeza.

—Sí, no sé que ocurrió el otro día. —

—¿Recordaste alguna cosa? —

—Nada, intenté no pensar en quién era Frank todo el fin de semana. — Respondí sentándome frente a él.

Sacando una carpeta de uno de los cajones del escritorio, me miró, abriéndola, sacando un grueso sobre de ella.

—¿Qué es eso? —

—Aunque no lo creas, llevando tan pocos días de consulta contigo, las ideas se me han acabado y no sé cómo ayudarte, así que, empezaremos con una terapia de ayuda a tu fobia. —

—¿Que hay con el sobre? —

—Eligirás a mi ayudante. ―Respondió con una sonrisa, esparciendo diez fotos por todo el escritorio.

Diez, guapos, sexys y calientes chicos, de los cuales sólo debía elegir uno.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora