17

1.9K 125 1
                                    

La noche del club terminó temprano, Aidan decidió que fue suficiente, así que media hora después, nos estabamos despidiendo. Sadie me dejó en casa para luego irse a la suya y pasar tiempo con Charlie, las cosas iban mejorando, así que esa fue una de las razones de porqué no se enroló con nadie esta noche.

Además, acepté ir de visita con el psicólogo y probar vencer los miedos del pasado. Aunque fueran difícil, tenía que hacer cualquier cosa para terminar ya con mi problema.

—¡Hola! — Sadie se acercó a mí, abrazándome efusivamente.

—Sadie, ¿Qué te he dicho sobre poner azúcar extra a tu café? — Pregunté separándome de ella inmediatamente. Odiaba cualquier tipo de abrazo, desde que era pequeña. Y más si eran tan efusivos como los que Sadie acostrumbraba a darme. Ella rodó los ojos, poniendo sus manos en las caderas.

—Hoy no tomé café. Y sólo, sentí la necesidad de abrazarte, ¿Sabes que no será buena la consulta con el psicólogo, no? —

—Nop. — Dije, explotando la frase en la "p". — No me has dicho nada, y ni siquiera sé la razón por la que iré...Y si no será buena ¿Por qué vamos? —

—Porque él dijo que esto alguna vez pasaría y lo mejor que podíamos hacer, era visitarlo de nuevo. —

—Bueno, está bien, aunque ni siquiera sé su nombre... —

—Ben, Doctor Ben Collins. —

Había escuchado su nombre alguna vez (obviamente), pero no lo recordaba. ¿Qué había pasado hace diez años? No podía recordar absolutamente nada y eso era frustrante. Sadie sonrió saliendo de la casa. Así que la seguí, montándome al auto sin decir nada.

—¿Quieres que entre contigo? — La miré, y asentí, claro que la quería allí, conmigo.

—Si es algo tan terrible como dijiste, lo mejor sería tener tu apoyo allí dentro. —

—Siempre lo tendrás. — Dijo, ahora sonriendo ampliamente.

La clínica era mucho más grande que la del sexólogo. Las puertas de vidrio dejaban ver una amplia sala de espera. Los muebles eran blancos, casi todos y en cada esquina, había un pequeño árbol. Un escalofrío recorrió mi espalda al recordar cuantas veces mis pies habían pisado aquel suelo.

—¿Puedo ayudarlas? — Preguntó con una sonrisa la rubia secretaria. Quien al verme abrió los ojos impresionada, sólo sonreí de lado, mirando a Sadie.

Ella se adelantó, dándome una sonrisa de confianza.

—Tenemos una cita, con el Doctor Ben. —

—T/n, ¿No? — Mis ojos se abrieron inmediatamente al escuchar mi nombre salir de sus labios. ¿Ella me conocía?

—Sí, soy yo. — Contesté, pensando quizá que ella había leído mi nombre en la ficha de citas y había intuido que era yo la siguiente.

—Vaya, cuanto tiempo, ¿Me recuerdas? — Preguntó, sonriéndome dulcemente. ¿Debía hacerlo?

—No, lo lamento, no tengo idea de quién es usted. —

—Oh, cariño. — Contestó, apenada. — El Doctor está esperando por ti, pasen. — Dijo, cambiando inmediatamente de tema. Al parecer, le había dolido que yo no la reconociera, pero no podía hacer nada al respecto.

Así que me giré, dándole la espalda, girando el pomo de la puerta y entrando a la oficina. Esto era difícil y podría cambiar mi vida, pero aún así, no estaba tan nerviosa como mi primera consulta con Aidan.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora