05

2.2K 169 34
                                    

Su intensa mirada me hacía poner los pelos de punta. Él estaba sentado frente a mí mirándome fijamente con un pequeño cuadernillo en sus manos....

Lo sabía, escribiría todo lo que yo le dijera y luego lo usaría para escribir un libro de la patética vida de una adulta que aún es virgen.

Su labio se curvó en una pequeña sonrisa y se recostó sobre el sillón relajadamente aún observándome. ¿Era parte de una terapia mirarme todo el tiempo y ponerme jodidamente nerviosa? ¿En qué podría ayudarme aquello?

Mis ojos recorrieron nerviosamente el cuarto del sexólogo. Llena de libros, con un color azul de fondo y un moderno escritorio en el centro con una pequeña pórtatil sobre ella. Un sillón color beige pequeño en el cual él estaba sentado. Y un gran ventanal de fondo daba una maravillosa vista de un bosque.

—Bueno, t/n, ¿Me dirás por qué estás aquí o te dedicarás a observar todo el alrededor como una niña curiosa? — Preguntó llamando mi atención.

—Em... yo, sí, es que, es algo, un poco...complicado. —

—Por si te sirve, he oído miles de casos complicados, el tuyo será solamente uno más. —

—Es difícil para mí decirlo...tú no entiendes. —Gruñí, colocando mis manos sobre mis piernas cruzadas y mirando en otra dirección. Él suspiró inclinándose y mirándome fijamente.

—Por algo estás aquí, ¿No? Debes decírmelo... —

—Yo, oh, Dios, ¿Seguro que tengo que decírtelo? — Pregunté totalmente ruborizada. Una pequeña risa se escapó de sus labios mientras dejaba el cuadernillo en la pequeña mesa a su lado.

—No soy adivino, obviamente debes decírmelo. — Repitió calmado y cerré los ojos fuertemente mientras me balanceaba una y otra vez en el pequeño sillón.

Esto era más vergonzoso de lo que alguna vez había pensado. Sus dedos comenzaron a jugar nerviosamente unos con otros y de un momento a otro la habitación comenzó a sentirse calurosa. Sentí como la sangre subía hasta mis mejillas y pequeñas gotas de sudos bajaban por mi frente.

El castaño me miraba divertido y eso no ayudaba de mucho. Él miró su reloj de muñeca y luego a mí. Me estaba demorando más de lo que debía y entendía que él tenía otros "pacientes" por atender.

—Venga, nena, dime...muchas personas vienen aquí con problemas y los he ayudado, también puedo hacerlo contigo, pero debes decírmelo. —

—Bueno, mira, el problema es el siguiente... — Aidan asintió expectante. Y nuevamente me obligué a mirar a otra parte. — Tengo algunos problemas en la cama. —

Él rió y yo sólo rodé los ojos repitiendo en mi cabeza la estúpida frase que había dicho. ¡Claro que tenía problemas en la cama! Por algo estaba allí, en la consulta de un sexólogo que según mi amiga, me ayudaría con mi fobia a que los hombres me tocaran.

—Vale, al menos comenzaste, ahora dime ¿Qué clase de problemas? — Preguntó, tomando el cuadernillo en sus manos junto a una pluma.

—¿Te importaría si te pido que no lo escribieras? —

—¿Por qué? — Preguntó confundido.

—Me pone aún más nerviosa. — Resignado, el sexólogo cerró el cuaderno dejándolo nuevamente a su lado y poniendo ambos codos en sus rodillas y enterrando su cara entre sus manos.

—Vamos t/n, ¿Me dirás o no? —

—Sí, pero, dame un poco de tiempo. —

—¿Más de lo que te estoy dando en este momento? Hemos estado casi veinte minutos así, tú mirando a tu alrededor y yo sin saber qué hacer. — Suspiré mientras sobaba mis sienes con mis dedos y me preparaba mentalmente para su humillación.

Él se pondría a reír como loco y yo...no sabría qué hacer, solamente quedarme sentada allí hasta que él se tranquilizara y me dijera qué tendría que hacer.

—El otro día fui con un chico a casa. Las cosas se pusieron calientes y terminamos en mi habitación. — Comencé. —...Yo estaba un poco pasada de copas y ni siquiera me di cuenta cuando ambos nos encontrábamos en ropa interior. Cuando él intentó sacar mis bragas. Mi pie accidentalmente llegó a su cara. —

—¿Lo golpeaste? —

—Sí... — Musité avergonzada.

—Muchas personas se golpean accidentalmente en la cama. Eso no es un problema. —

—Tenerle miedo a que te toquen así, sí lo es... — Añadí bajando la cabeza, esperando su risa. Pero eso nunca sucedió.

—¿Eres virgen? — Preguntó. Y yo lo miré sorprendida, ni siquiera lo había mencionado.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora