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Vi su garganta mover rápido. Y sonreí. Lo había dejado sin palabras. Ahora era mi turno de reír por su cara.

—Sí-sí, claro. Yo... — Tartamudeó y se pasó una mano por el cabello como siempre lo hacía cuando estaba nervioso. Me mordí el labio discretamente para no dejar en claro mi debilidad por aquel gesto.

—¿Tú qué? Debes estar allí. Tienes que ver si aprendí o no lo que tú me enseñaste.  —

—Eso, lo sé. Sí, pero… — Suspiró. — No creo que sea buena idea de que esté allí en tu primera vez. — Dijo más que nervioso y fruncí el ceño. Algo había entre sus palabras y gestos. Pero no lo podía descifrar.

—Sí, será muy buena idea. Si el chico se sobrepasa conmigo te tendré allí o si sucede algo y yo me asusto, te tendré allí. Así que sí. Es una buenísima idea. —

Él suspiró de nuevo y no tengo la cuenta de cuántas veces lo ha hecho en este poco tiempo. Pero son muchas. Así que sólo sonrió otra vez esperando su respuesta.

—Está bien. — Él gruñe. Y sólo me dejo caer sobre el respaldo del sofá satisfecha, mientras él comienza a decirme qué es lo que haremos durante un semana.

Pero no lo escucho. Sólo espero que el día x, como le había llamado. Sea con él y no con algún otro desconocido.

—Sadie Elizabeth. — Gruño enojada al estar lejos de la consulta. Luego de subirnos al auto. Ella me mira nerviosa. Sin saber el porqué de mi ataque y también, porque mi cara está tan roja y yo tan enojada.

—¿Qué sucede? — Pregunta. Las palabras se atascan en su boca y lo sabe, sabe el porqué. Aprieto el puente de mi nariz y cierro los ojos. Con un largo suspiro cuento hasta diez.

Un viejo método de familia para tranquilizarnos, pero lo malo de este, es que a veces no funciona.

—Te acostaste con Aidan. — Más que una pregunta, fue una afirmación. Ella asintió mirándome a los ojos. — ¿Cuándo se suponía que sería el día en que yo me enterara? —

—Esperaba que nunca. — Contestó con sinceridad luego de un rato.

—¿Nunca? ¡Nunca! — Pregunté consternada. Ella asintió una vez más. — Soy tu mejor amiga Sadie. Se suponía que nos tenemos que contar todo. Más si te acostaste con el chico que me gusta. —

—Las mejores amigas se reservan cosas. Y esta era una de ellas. — Dijo y negué con la cabeza. — Ni Aidan ni yo debíamos decir alguna cosa sobre lo que sucedió entre nosotros. Él es un maldito traidor. —

—No lo es. Tú lo eres. —

—T/n… — Suplicó. Y negué con la cabeza, parándola. — No puedes hacer esto. Lo que sucedió fue un error, estábamos pasados de copas y lo supimos a la mañana siguiente. Yo no quería que pasara. Él no quería que pasara. —

—Tú sí querías que pasara. No lo niegues. Siempre me decías lo bueno que él estaba y lo mucho que querías llevártelo a la cama. Pero adivina que... — Hice una pausa y sonreí falsamente. — ¡Lo hiciste! —

El gran edificio donde vivía se posó frente a nuestros ojos y agradecí a Dios que eso sucediera. Apenas Sadie apagó el motor, me bajé y cerré con toda mi fuerza la puerta del auto. No tenía ganas de seguir hablando con ella. Porque si lo hacia, la cagaría. Y mucho.

Y al parecer, ella lo entendió.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora