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AIDAN.

Sabía que ya era hora de parar. Habíamos estado todo este tiempo besándonos y yo, como cualquier hombre, tenía la cordura al igual que la de un perro hambriento y un trozo de carne. Podía olvidar en un santiamén el problema que ella tenía y hacerle el amor allí mismo sobre mi escritorio o en el sillón que ella usaba todos los lunes cuando venía.

Me separé y nuestros labios hicieron un gracioso sonido al despegarse. Ella estaba con los ojos cerrados y una pequeña sonrisa. Sus labios estaban dos veces más rojos que de costumbre y sus mejillas ligeramente sonrojadas. Su cabello, que ahora tenía pequeñas mechas de cabello salidas de su perfecta coleta.

Una perfecta cara que decía acabo-de-follar. Aunque eso es todo lo contrario. No podía negar que me gustaría despertar a su lado algún día y ver aquella cara.

—¿Por qué estás despeinada? — Pregunté divertido. Aniquilando aquel incómodo silencio que nos invadía. Ella rió y miró su reflejo en la ventana. Peinando aquellos fugitivos cabellos, quedando exactamente igual que cuando llegó.

—Quizá porque tú me acariciabas el cabello. Y por el momento. Subió un poco la temperatura, ¿No crees? — Bromeó y sólo pude asentir.

Si tan sólo supiera que eso en realidad había sucedido. Pero ella era tan inocente. Y esa era una de las cosas que más me gustaba. Su completa inocencia, aquella inocencia que no se veía en todas partes, en todas las chicas. Y eso era más que un problema, un privilegio.

—¿Por qué me miras así? — Preguntó en un susurro. Pasé una mano por mi cabello al darme cuenta que por segunda vez, me había quedado mirándole como un estúpido. Al igual que ella en este momento.

Me había divertido el saber que aquello era una debilidad para las mujeres y solía hacerlo frecuentemente. Además, que me encantaba aquella cara que ponía Igual a la que debía tener yo en este momento.

—Es que, te ves divertida. — Se escapó de mi boca. Ella frunció el ceño y yo me regañé por idiota.

"—Te ves divertida. —" ¿Realmente eso era lo mejor que tenía para decir? Su rostro de confusión me dio risa, pero la ahogué, su cara era divertida. Pero esa no era la respuesta correcta. Ella se veía preciosa. Y eso era lo que yo miraba de ella. Su belleza. Pero no podía decirlo.

—Pues, si eso es un cumplido. Tú también te ves divertido. — Dijo, elevando la barbilla. Reí y me incliné.

—Bueno, gracias, es un honor que usted también me encuentre divertido. — Digo, riendo, ella niega con la cabeza y yo retrocedo a sentarme.

Viendo claramente la decepción en sus ojos. Sabiendo ella muy bien que nuestra "Sesión de besos" había terminado. Aunque ninguno de los dos lo quisiera.

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora