31

1.8K 130 38
                                    

Esto debe ser una broma. El jodido brasier era una talla menos y me quedaba realmente apretado. Quizá esto había sido idea de Aidan. Suspiré profundamente acomodándolo una vez más y soltando un espacio del broche para que no me cortara la circulación.

El miércoles había llegado jodidamente rápido y con Sadie aún no nos hablábamos, y necesitaba su ayuda para llegar al departamento de Aidan, era más que obvio que ella sabía donde él vivía.

Deslicé mi dedo pulgar por la pantalla del celular y suspiré. Pasando una y otra vez el dedo por el nombre de Sadie, ambas éramos orgullosas y se enojaría aún más al saber que sólo quería algo de ella.

—¿Qué quieres? — Escuché su voz, estaba disgustada. Asustada miré el teléfono. De tanto pasar la mano sobre el, la opción de llamada se había accionado sola.

—Sadie, hola… — Tartamudeé, llevando el teléfono hacia mi oído, pensando bien las palabras que le diría.

—Hola, ¿Qué quieres? — Preguntó de nuevo y suspiré.

—Bueno yo...em, bueno... — Oí sus uñas golpear una superficie plana, quizá madera y eso significaba dos cosas.

O estaba impaciente o se moría por arreglar las cosas. Así que opté por la segunda y se me ocurrió una buena idea.

—Sabes que no me gusta estar enojada contigo y me gustaría que vinieras para que arreglemos las cosas. Sé que me porté mal y quería pedirte una disculpa. — Mentí, bueno, en parte. De verdad quería arreglar las cosas con ella aunque aún me doliera que me haya ocultado una cosa tan importante como la de que pasó por la cama de Aidan.

Suspiró a través del teléfono, crucé mis dedos, esperanzada a que accediera

—Vale, estaré allí en diez minutos. —

—Gracias. — Murmuré, cortando la llamada y sonriendo.

Me senté y puse la caja sobre mis piernas, tomando las cosas que había allí además de la ropa que usaría para esta noche.

Veinte minutos después, Sadie estaba frente a mí. Así que la abracé fuertemente, jamás me había gustado que nos peleáramos y menos que durásemos tanto tiempo sin hablarnos. Siempre necesitaría a mi mejor amiga y más en momentos como estos.

—Lamento de verdad no habértelo dicho, pero, prometimos que jamás hablaríamos de eso o le diríamos a alguien más. —

—¿Ni siquiera me dirías a mí? — Pregunté y ella negó con la cabeza mirándome arrepentida.

—Quería decírtelo, de verdad, pero lo prometimos y no sé porque él abrió la boca. Si debías enterarte, me hubiese gustado que hubiera sido por mí. — Vi la honestidad en sus ojos y sólo la abracé una vez más.

Ningún hombre podría sobre nuestra amistad. Ni siquiera un sexy, caliente y perfecto sexólogo que traería loca a quien se cruzara en su camino.

Jugué con los dedos de mis manos, habían pasado diez minutos desde nuestra reconciliación y no sabía como preguntarle si sabía la dirección de Aidan. Aunque claramente lo hacía.

—¿Y esa caja? — Preguntó levantándose para mirarla. Abrí los ojos rápidamente y la seguí, arrebatándola de sus manos.

—Nada, sólo, un vestido que compré hace tiempo. — Murmuré nerviosa y ella me miró con desconfianza.

—Un vestido… — Murmuró y asentí. ― ¿Puedo verlo? —

—Claro, pero está en mi habitación, dejé la caja aquí porque iba a botarla. — Dije rápido, intentando aparentar que realmente era eso.

Para que no dudara de mí, tiré la caja en el basurero de la cocina, procurando que las cosas que había dentro, no emitieran ningún ruido. Ella dejó de fruncir el ceño y tomó una papa frita del plato y se la llevó a la boca.

—Y, ¿cómo vas con Aidan? — Preguntó temerosa, le sonreí.

—Pues bien, hemos hecho un par de cosas para, ya sabes, ver qué haremos cuando el momento llegue. — Ella sonrió y siguió comiendo. Bueno, era el momento perfecto. — Hablando de Aidan, de casualidad ¿Sabes dónde él vive? —

—¿Dónde él vive? —preguntó, atragantándose con la comida.

—Sí, me dijo que quería que lo visitara algún día y bueno, no me dio su dirección. — respuesta incorrecta. Ella frunció el ceño y buscó algo nuevamente en su teléfono.

—Primero que nada ¿Para qué querría él que tú fueras a su departamento? —

—No lo sé. — Me encogí de hombros. Ella me descubriría. — Sólo, dijo que sería bueno tomar algo algún día. — Suspiró.

—Esta es. — Me ofreció su teléfono celular y lo tomé. La dirección estaba justamente debajo de su número telefónico.

Sonreí anotándola en el mío.

Charlie la había llamado, al parecer, lo habían ascendido por fin de puesto y quería celebrar, así que la invitó a un lujoso restaurant. Agradecí mentalmente a Charlie y fui a mi habitación para vestirme rápido. Eran las siete y media y debía estar allí temprano, así que tomé mi auto y conduje hacia su departamento.

Con los nervios impidiéndome siquiera conducir bien.

El edificio era sorprendente. Los vidrios que lo rodeaban tenían aspecto de espejo, la entrada adornada por una alfombra color caoba y un toldo del mismo color. Pasé por recepción, los cuales inmediatamente me dejaron pasar, diciéndome que él me esperaba en su piso.

Acomodé una vez más el brasier. Al fin y al cabo, había decidido usarlo de todas maneras, aunque me molestara un montón, él lo había comprado por algo. El ascensor marcó el piso veinte en menos de cinco minutos.

Mis labios se secaron y mis dedos y manos comenzaron a temblar con nerviosismo. Toqué la puerta número doscientos treinta y esta se abrió enseguida. Dejando ver a un despreocupado y a la vez sensual y caliente Aidan Gallagher.

—Hola. — Saludó y sonrió pasando la mano por su cabello, apartándose del camino para dejarme entrar.

—Hola. — Contesté admirando el lugar. El cual era cinco veces más grande y lujoso que el mío.

—Llegaste temprano. —

—Sí, es que no me dijiste la hora y pensé que esta sería la más adecuada. — Sonreí mirándolo, avergonzada.

—Pues, sí, es la más adecuada. ¿Un trago? — Preguntó y el olor a vodka inundó mis fosas nasales. Asentí tímidamente y él sirvió un pequeño vaso.

Luego de un rato de conversaciones y de un poco de vasos de tragos, me extrañó que ningún chico aparte de él saliera de alguna de las habitaciones o estuviera con nosotros.

—¿Y el chico misterioso? — Él sonrió y me hizo estremecer.

—No hay ningún chico misterioso, t/n. —

—¿Y entonces? ¿Con quién... — Me atraganté y boté toda la bebida alcohólica de mi boca en su alfombra al darme cuenta de sus palabras.

—Conmigo. —

𝐕𝐢́𝐫𝐠𝐞𝐧 𝐚 𝐥𝐨𝐬 𝐕𝐞𝐢𝐧𝐭𝐢𝐜𝐢𝐧𝐜𝐨 [ᴀᴅᴀᴘᴛᴀᴄɪᴏ́ɴ] (𝓐.𝓖.) [✔︎]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora