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Aviso que el capítulo que sigue será el final (creo y espero) y que ya estoy escribiendo otras ideas que sabrá Dios cuando las publique

Aviso que el capítulo que sigue será el final (creo y espero) y que ya estoy escribiendo otras ideas que sabrá Dios cuando las publique

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Jack Conway


Ver a Victoria arreglarse puede ser una de las cosas más entretenidas e hipnotizantes que he visto.

Además de que claro, estar enamorado de ella también era otra razón para verla.

Lo tranquilidad y elegancia con la que movía la brocha sobre sus mejillas para darles un toque rosado me parecía bellísimo.

Yo estaba a medio vestir, arreglando las mangas de mi camisa blanca.

Noté que el vestido rojo que le di como regalo estaba colgado en una puerta, señal de que lo usaría.

Eso me hizo sonreír.

—¿De que tanto te ríes? — me preguntó dándose la vuelta un poco para verme sobre su hombro.

—De nada — le respondí sin parar de sonreír y di un par de pasos hacia ella para acercarme a la cama ya tendida y tomar mi pantalón.

—Que mentiroso — me dijo y se giró nuevamente, esta vez viéndome por el espejo que estaba enfrente suya pues formaba parte de un tocador en donde tenía sus cosas para maquillarse.

Me puse el pantalón y me lo arreglé con rapidez.

—¿Crees en Dios, Masías? — asintió con la cabeza con una sonrisa tierna — porque yo estoy empezando a creer que sí existe.

Ladeó la cabeza con curiosidad.

—¿Por qué?

—Porque te tengo a ti.

Eso hizo que se sonrojara y desviara su vista hacia abajo, fingiendo buscar algo en su pequeña bolsa de maquillaje.

Me acerqué a ella y le robé un beso corto.

—Te quiero — me susurró en mis labios — muchísimo.

Nuestras frentes estaba juntas, por lo que ambos podíamos sentir la respiración del otro muy cerca.

—Y estoy dispuesta a hacer un chingo de cosas, Jack, para que no te me pase nada.

—No tendrás que hacer nada porque no pasara nada ¿me escuchas?

Ella asintió.

—Es el último estirón y nos iremos ¿verdad?

—Es el último estirón — le dije asintiendo — esto no es nada para nosotros, regresaremos sin un rasguño, no te preocupes de más ¿vale, cariño?

Ella sonrió.

—Me gusta que me digas así.

—Y a mí me gustas tú.

Rodeó los ojos divertida y me dio un golpe juguetón en el pecho.

...

Victoria Masías


Y llegamos al sitio. Otra vez. Nunca pensé en decir que me estaban cansando ver cosas bonitas y lujosas como lo era este gran edificio color blanco.

Cuando salí del carro con ayuda de Jack, mi pecho se llenó de orgullo. Por fin podremos atrapar a ese cabrón.

Pero agradecía también que nos asignaran esta misión. Ahora estaba con Jack después de años de no aceptar mis sentimientos hacia él por nuestra tonta rivalidad que ni siquiera existía.

Y como bien se había dicho, esto era una cena. Una gran cena. Los meseros nos llevaron a nosotros y a toda la gente a otra sala más grande. Se encontraba en mesa larga con platos de porcelana y cubiertos bastante pulcros, con un poco más de cincuenta sillas.

Todas estaban asignadas.

En la cabecera, había una bonita sola de color rojo con dorado, parecida a un trono.

Todas las salidas de la sala estaban vigiladas por dos personas en cada una de ellas con armas largas.

Jack estaba a mi izquierda, estando a unas siete sillas de la cabecera de la mesa.

Pronto las sillas se ocuparon y la sala se llenó de murmullos, comentando sobre esta cena que anunciaba el gran cierre de sus bailes.

Jacob se hizo presente y todos se callaron. Jack tomó mi mano por debajo de la mesa y le di un leve apretón soltando un suspiro.

El último estirón.

Jacob sonrió y se sentó en su bonita silla.

—Antes de empezar nuestra cena, me gustaría dar unas pequeñas palabras — se removió en su asiento y puso las manos sobre la mesa — estos bailes han sido una maravilla. Me gustan porque hago que nos olvidemos de nuestros asuntos por un rato. Claro que, como pasó en uno de nuestros bailes, la policía y el CNI siempre es algo por lo que debemos preocuparnos.

Estoy en camino — nos aviso Michelle por nuestro audífono — estoy mandando helicópteros, estoy tratando de ser discreta para que no se asusten esos hijos de puta.

Jacob se levantó y tomó su copa.

—Os invitó a poneros de pie para dar un brindis — todos nos levantamos y alzamos nuestras copas — por más eventos como estos y por negocios más largos.

Toda la sala gritó "salud" y se inundó de aplausos y silbidos.

—Vas a ocupar un chingo de gente — dije yo con discreción tomándole a mi copa.

—No veas la de personas que hay aquí — me siguió Jack, ambos tomamos asiento y los meseros empezaron a traer la comida.

No os preocupéis, yo ya estoy en ello.



—No os preocupéis, yo ya estoy en ello

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The mission || Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora