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De verdad que no hay nada mejor que un agua bien fría después de un entrenamiento

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De verdad que no hay nada mejor que un agua bien fría después de un entrenamiento. Darle un buen trago y sentir como refresca la garganta es fascinante.

Tomé la toalla que posaba en una silla y me seque parte de mi nuca, cuello y pecho. Estaba sudada por el ejercicio que había terminado hace unos minutos y me sentía aliviada de por fin haber acabado.

Mi celular empezó a sonar, así que atendí sin ver quien era el responsable de la llamada.

—¿Hola?

—Sube — me respondió una voz por la otra línea.

—"¿Cómo te fue en tu entrenamiento?" "Muy bien, estoy cansada pero aquí ando, gracias por preguntar"

—Que sí, que sí, que maleducada soy — me dijo Michelle, mi amiga y jefa — ahora sube y agradece que serás tú la primera en llegar a mi oficina.

Chasque la lengua sin entender y empecé a caminar a las escaleras con mi botella de agua en la mano desocupada.

—¿Quién más estará?

—Aquí te digo — y me colgó.

Miré el celular todavía confundida y subí los escalones. Saludé a la gente que me encontraba y tomé el elevador para llegar a la oficina de mi amiga.

Antes de tocar la puerta, a mi derecha miré a Freddy, un gran amigo mío. Lo salude agitando la mano y le hice una seña para que esperara. Toque la puerta y sin esperar una respuesta pase con una sonrisa, estirando levemente los brazos.

—¿Qué pasó? — saludé caminando a su escritorio y dejando mi botella.

—Tengo noticias.

—¿Sobre qué?

Unos golpes en la puerta nos interrumpieron. Me giré y me recargue de espaldas al escritorio. Después se abrió y una figura masculina apareció.

—Sobre él.

—¿Y bien? ¿En qué me necesitas? — dijo. Me miró de arriba a abajo y luego puso su atención en mi amiga.

—Os necesito a los dos. Pasa.

Cerró la puerta detrás de él y caminó hacia nosotras, sentándose en la otra silla al lado mío.

Yo me senté cruzando mis piernas y brazos, mis ojos estaban llenos de una notable confusión y enojo hacia mi compañera.

Ella, sin hacerme caso, se giró dándonos la espalda y empezó a buscar cosas en otra mesa.

—Que vergüenza, Masías, ¿cómo se te ocurre venir con esa pinta? — se burló Jack en un susurro, refiriéndose a mi ropa que utilizo para entrenar.

Hace cinco años entré al CNI y no puedo estar más orgullosa por ello. Lo único que no me imagine es que tenia que convivir con alguien tan molesto y arrogante como él.

The mission || Jack ConwayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora