De todos los motivos que tenía para seguir viviendo, uno, el que yo creía más importante porque si lo lograba mi vida podría cambiar en la forma buena, tenía que ejecutarlo en dos días.
El sábado.
Me dediqué a perfeccionar la canción que presentaría, Save Your Tears de The Weekend. Una canción con un ritmo futurista.
En la entrega pasada del concurso me preguntaron por qué elegí Save Your Tears como la canción de la presentación final. Yo les di una simple respuesta: Me gusta. Cuando en realidad la letra me atrapaba y llevaba a un lugar hermoso donde no quería salir. Se sentía como bailar en el silencio y sentir paz en ti.
Algo que quería y no tenía.
Los audífonos que tenía puestos eran de Dyan, se los hurte y los pinte negro para que cuando me viera con ellos no me sospechara. Con la puerta cerrada y con seguro, adquirí el método de cartones de huevos para que el ruido no salga de la habitación. Así podía practicar con paciencia y sin interrupciones.
Igual por lo que Dyan le había dicho a mamá sobre que lo encerré el día de mi cumpleaños, no cenaria.
Un día más o un días menos sin comer me resultaba igual, cuando no se dieran cuenta yo iría a la cocina y tomaba algo, o iría a cada de cualquiera de mis amigos... Bueno, ya no iba a ir más, me odiaban e ignoraban.
—I said save your tears of another day —me senté en la cama, sentía el nudo en mi garganta, pero lo tragué, necesitaba seguir con la canción—. Save your tears of another day...
La canción me llegaba al corazón, me daba tantas paz que cuando la cantaba con los sentimientos encontrados, explotaba. Y la letra tampoco ayudaba.
Pero la sentía mi canción. Yo ganaría ese concurso.
Me saqué los audífonos y limpie la lágrimas que se había revelado. Una sonrisa se pintó en mi rostro, levanté mis brazos y los estiré. Un baño y un poco de crema en la cara, terminaría de borrar la suciedad que sentía.
Desconecte los audífonos de mi celular y el teléfono se encendió en la pantalla de bloqueo. 6:02 p.m...
—Hey, pero ¿yo no tenía...?
Miro alrededor de mi cama, buscando la razón de mi presentimiento, y cuando mi vista cayó en mis manos.
—¡Mi cita con Kendall! —ahogué un grito y me levanté de la cama.
Lo había olvidado. Había pasado una hora y dos minutos. Lo había dejado plantado, pero si corría a la iglesia, solo eran dos cuadras. Tenía que ser rápida; me lavé el rostro y, con la poca luz, que me quedaba en mi habitación me miré en el espejo. Tenía la misma ropa de cuando me encontré con él al mediodía.
—Agh, no importa, no importa —murmuré, alisando mi abrigo.
Sé que no tome mi celular, solo salí de lo la ventana y corrí hacia esa iglesia. Todo el camino rogaba que Kendall me haya esperado porque me sentiría toda una mierda por haberlo dejado plantado.
Ahora sí no me iba a querer y si pensaba hacerlo, me jodí yo solita.
La iglesia se encontraba abierta, había misa. Me detuve a tomar aire, rodeé la iglesia y no había nada. No había ninguna persona. No estaba Kendall. Solo se escuchaba las palabras del padre desde adentro.
—¡Agh! —le di un golpe a la pared de la iglesia y luego a la tierra que me sostenía.
La di varios golpes, me sentía horrible. Había dejado plantado a el chico que me gustaba. Y eso era muy adolescente de mi parte.
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Muset ©
Teen FictionMuset Donut, una chica insegura y débil emocional y psicológicamente. Es traicionada por sus mejores amigos, y empieza a tener ataques de psicopatía donde buscará vengarse de todo aquel que la ha hecho sentirse mal. NO se aceptan copias, plagios o a...