DIECISÉIS.

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Era un sábado por la mañana y Louis se encontraba preparando el desayuno, nada muy extravagante, huevos con tocino y café, como postre le estaba preparando una enorme torre con 6 pancakes a Harry. No es que se haya cambiado el día de pancakes, pues seguía siendo oficialmente los domingos, pero ese sábado era especial, celebraban el cumpleaños número 22 de Harry.

Louis, con la destreza que lo caracterizaba volteaba los panqueques de una sartén y los huevos de otra, mientras estos se cocinaban, ponía la taza de café en la bandeja en la que llevaría el desayuno hasta la cama.

Una vez tuvo todo listo, llevó todo hasta la habitación. Puso la charola en la mesa de noche y con besos despertó a Harry.

—Buenos días, amor mío, abre tus hermosos ojos. —Louis regaba besos por todo el rostro de su prometido.

Su prometido, había pasado una semana desde que se comprometieron, una semana y aún no lo podía creer. Iban a casarse, Louis llevaría el apellido de Harry y serían una familia, la familia con la que fantaseó a los dieciséis.

—Hazz, amor despierta, es tu cumpleaños.

—Mi cumpleaños, si —Harry murmuró entre sueños, se se dio la vuelta y escondió su cabeza bajo su almohada, al mismo tiempo que abrazaba la de Louis y daba una respiración profunda para inhalar su olor.

—Bueno, como parece que no quieres despertar, creo que me comeré tus pancakes. —Al escuchar eso, Harry, abrió los ojos al instante y se sentó de golpe.

—¿Es domingo? —preguntó confundido. Harry era precioso a los ojos de Louis, aún con el cabello aplastado por la almohada y los ojos hinchados que en ese momento se encontraba tallando para intentar abrirlos mejor.

—No, amor. Es tu cumpleaños. —No pudo evitar que se le escapara una pequeña carcajada por la ternura que le causaba la confusión.

—Cierto, mi cumpleaños, lo había olvidado.

—Felicidades, cariño. —Louis se lanzó a sus brazos, y lo besó, lo besó como si no lo hubiera hecho en años, como si la existencia de la humanidad dependiera de ello y fue hermoso, no sabía si por el embarazo habían logrado conectar más, pero cada que sus pieles hacían contacto, sentían explotar su interior.

Al ser sábado, el día les permitió permanecer en cama después de desayunar, se quedaron abrazados y compartiendo más besos, de esos que los hacían querer llorar de tanta felicidad en su corazón.

Pidieron comida a domicilio para el almuerzo y mientras la comían, Louis le entregó su regalo a Harry.

Había estado todo el mes anterior observando todo lo que a Harry le gustaba en tiendas departamentales, cada que iban a un lugar y Harry hacía algún comentario de lo increíble que era cualquier producto, Louis lo buscaba en línea y ponía en su carrito. También hizo una pintura y enmarcó una de las fotos que Niall había sacado la noche de su compromiso para que pudiera ponerla en su oficina.

Cuando la noche empezó a caer, se metieron a bañar y se vistieron para una reservación que Louis había preparado en el restaurante italiano favorito de Harry en la ciudad.

Louis condujo hasta ahí con Harry a su lado que tenía sus ojos vendados.

El lugar era elegante, había pocas personas y la iluminación era muy tenue, estaba todo muy bien organizado, Louis había ordenado antes así que no les llevaron el menú, les llevaron directamente la comida, conocía tan bien los gustos de Harry que estaba seguro de lo que iba a pedir.

Harry sólo bebió una copa de vino como acto solidario a su prometido. Y tenía una sonrisa enorme, reluciente y brillante, se sentía amado, jamás alguien había prestado tanta atención a sus gustos, jamás alguien había preparado algo tan especial para él.

Cama para dos. LSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora