Su visión se nublaba de manchas blancas y negras asemejándose a la niebla en un sofocante día de invierno. Era desesperante, Shirin no encontraba manera de enfocarse, al menos no fue así hasta que sintió una mano rodeando su muñeca.
—Estás aquí por un propósito, hacerme perder el tiempo de esta manera es inaudito. —Kaveh tenía una mirada apagada.
—Tú... me mentiste. —Intentó zafarse de un jalón pero no funcionó, solo logró que Kaveh afianzara su agarre.
—¿De qué estás hablando? Aún no sabes nada de la verdad, ¿cómo podría haberte mentido? —Su ceño se frunció.
—Leila, vas a por ella, ¿por qué? ¡Prometiste que nada pasaría! —Nuevamente se retorció para alejarse, sin embargo, Kaveh comenzó a jalar de ella.
La estaba llevando de vuelta dentro, dejando los cuerpos de los soldados en el suelo a quienes no pudo ni mirar o de lo contrario acabaría con el corazón por los suelos. Forcejeó pero el emperador no se inmutó.
Observó lo restante de fuego que quedaba, sofocando el césped y avivándose de avaricia, era imparable, nadie lo detendría.
—Suéltame de una vez. —se quejó entre intentos de movimientos bruscos, pero incluso si utilizaba todo su cuerpo para separarse solo lograba hacerse daño a sí misma.
Una vez llegaron dentro, Kaveh no detuvo su andar hasta que ambos arribaron a su habitación, viéndolo cerrar la puerta tras suyo. Shirin aún tenía lágrimas secas por la conmoción, su agitación estaba a flor de piel.
—Dime la verdad, dime que no van a por ella, y esos soldados...—Se quería encoger, abrazarse a sí misma para encontrar algún tipo de estabilidad.
—No van a por ella.
Su mirada subió para verlo, aún sin poder agarrarse a la esperanza, podía estarle mintiendo.
—Demuéstralo.
Kaveh inhaló y comenzó a caminar por la habitación hasta llegar a los ventanales del balcón, con cuidado los abrió y una ráfaga de viento entró. Era frío a pesar de que estaban en el mismísimo imperio de fuego.
Las nubes se habían hecho con el cielo y ahora lo cubrían todo, pero lo más sorprendente fue que en todo ese momento de silencio la respuesta se le fue dada justo en frente. El estruendo de una tormenta que se avecinaba fue un llamado.
—Tus emociones tanto como las mías están ligadas a la tierra. Si sonríes el destino te sonreirá de vuelta con un día soleado y si lloras el mundo castiga con la lluvia. —Se volteó—. Por supuesto que no ocurrirá todo el tiempo, la tierra te protege porque no conoces tus propias habilidades, podrías ser capaz de controlarlo sin ser llevada por tus propios sentimientos.
Shirin sintió como si su corazón se le estuviera estrujando. En unos pocos pasos se acercó para ver también como pronto unas gotas empezaron a caer del cielo.
—No ha habido lluvias desde hace meses. —Sacó su mano para sentir las gotas que, al llegar a la palma de su mano, se evaporaron.
—Entonces... —Tragó en seco—. Lo de Leila y esos soldados...
—Necesitaba conmocionarte, pensaba en traer a Leila pero has escuchado la conversación.
—¿Y los soldados?
—Ha sido una ilusión. Aún desconoces todas las habilidades que puedes llegar a poseer. —Bajó su mirada para verla—. Leila se quedará a salvo en el pueblo.
No había peligro, nadie estuvo siguiéndola, tampoco habían muerto, el emperador lo había formado para darle un susto y de allí, el mundo obedeció y lloró por ella.
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Los secretos de la heredera
RomanceEntre sombras y escombros unas manos se hundieron con insistencia, ocultando un pasado que no tardaría en resurgir y volver a por ella. Una historia de fantasía en la que te verás envuelto por el odio y el amor, que a trompicones mostrará tanto la...