Capítulo 9

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En cuanto la puerta del carruaje se abrió, su mirada se clavó en el exterior. Apreció silenciosamente el prado veraniego repleto de flores, eran vistas que muy pocas veces tenía el placer de ver. El reinado de Ioannis no era grande ni despampanante, en su lugar se veía, en cierta forma, acogedor y reconfortante.

—¿Piensas quedarte ahí parada? Si te gusta tanto observar no hace falta que entres. —soltó el emperador sin mirar atrás.

Aunque el comentario pareció bromista, en su tono no había más que seriedad. Con el ceño ligeramente fruncido la joven comenzó a andar para evitar quedarse atrás.

—¿Qué es lo que debo hacer? No me has hablado de las etiquetas, no sé bien cómo saludar a un rey.

—No parece que eso te preocupe cuando me hablas a mí. —respondió aún sin mirarla.

Su caminar era rápido, por poco no podía seguirle el paso.

—Kaveh...—lo llamó en una exhalación.

El emperador se detuvo y la miró por encima de su hombro esta vez. Se mostraba algo exasperado, como si estar allí le estuviera colmando la paciencia, sin embargo, seguía correspondiendo sus peticiones.

—Desde que nos conocimos te has revelado ante mí, ¿por qué estás tan dubitativa ahora? Es un simple hombre con título. —soltó sin importancia.

Shirin lo encaró a pesar de que él aún le estaba dando la espalda, estaba inquieta, su corazón no apaciguaba, se sentía tensa.

—No estás siendo considerado, cuando escuché la conversación sobre Leila pensé que me estabas traicionando, ¿crees que puedo olvidarlo así sin más? A penas confío en ti y ahora me llevas a conocer a alguien que porta un alto estatus. —comentó cansada—. Lo estoy intentando, pero tú no me estás ayudando.

Desde que se conocieron fue arrebatada de lo que creyó su vida y arrojada a la realidad, estaba cayendo en un vacío que soltaba respuestas sin parar. Deseaba por un momento tan solo descansar.

El emperador permaneció en su lugar, tardó en darle una respuesta, pareció pensar o quizás, reflexionar. Cuando por fin pareció dignarse a responderle, clavó su mirada al frente.

—No hace falta que le dirijas la palabra, yo me encargaré de todo. Salúdalo si eso te deja más tranquila.

Pronto las grandes puertas frente a ellos comenzaron a abrirse, dándole la bienvenida a los soldados que salieron en conjunto, parándose a la par uno del otro. Hicieron una gran reverencia y alentaron la llegada de un hombre que asumió se trataba de su rey.

A diferencia de Kaveh, el rey Ioannis tenía la piel agraciada por el sol, deslumbraba con una amistosa sonrisa y los recibía a brazos abiertos. Era joven, más de lo que Shirin imaginó. Esperó ver a una persona en su mediana edad, pero por el contrario el rey irradiaba juventud.

—Por fin tengo el privilegio de conocerla, no pensé que la encontrarías. —saludó mientras caminaba.

Ioannis iba directo hacia ella, no saludó al emperador, su mirada fija en la heredera. Sin embargo Kaveh actuó más rápido y se interpuso en su camino.

—Siempre cumplo con mi palabra, ¿qué hay de ti? Tu pueblo mendiga y tú prometes una prosperidad que depende de mí. —soltó hastiado.

La sonrisa del rey se torció en una mueca desagradable y finalmente se dignó a devolverle la mirada. Había mucha tensión, nadie podía ni quería interponerse entre ellos dos, los sirvientes se mantenían cabizbajos y los soldados aparentaban no escuchar.

Shirin dio un paso hacia adelante arrebatándoles la atención a ambos hombres.

—Es un placer conocerle también, rey Ioannis. —Le ofreció su mano—. No creí que lo vería tan pronto.

Los secretos de la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora