Sin palabras, la joven se sintió atrapada por un encuentro inesperado. Su ceño se frunció en confusión mientras que Corban se dirigía hacia ella, deseoso de verla más cerca.
—Eres idéntica a Berenice. —repitió sin aire, aproximándose.
—No la asustes, ella puede llegar a ser tan desconfiada como tú. —advirtió Kaveh a la par que se cruzaba de brazos.
Los ojos del hombre mayor destellaban con encanto, por primera vez en tanto tiempo encontró algo por lo que volver a sentir esperanza.
—Conocía a tu madre, todo este tiempo creí que los rumores no eran más que especulaciones, pero aquí estás, no hay nada que pueda negar el hecho de que has de ser tú. —dijo con un tono amigable, su mano se dirigió hacia el brazo de la joven pero, tan pronto como la tocó, el hombre dio un respingo.
Corban se miró la palma de su mano, ahora estaba rojiza, el simple roce había ardido, enviándole ráfagas de escalofríos. Extrañamente su boca se curvó en una sonrisa, satisfecho ante el nuevo descubrimiento.
—Aún no manejas tus habilidades. —razonó, mirándola.
Shirin aún estaba procesando su primera intervención, ¿conocía a su madre?
—Me gustaría decir que estoy trabajando en ello, mientras menos lo use, mejor lo canalizo. —respondió—. ¿Dices que se llamaba Berenice?
—Así es, era espléndida, una mujer muy admirada por todas las naciones. Era la heredera, después de todo, el orgullo de los países. —comentó, girándose para volver a la salida—. Y me parece a mí que Kaveh no te ha dicho suficiente, no usar tus habilidades te dará una idea de control, pero no es cierto, progresivamente será más difícil para ti hacerlo.
Shirin se giró hacia Kaveh, buscando respuestas.
—Mientras menos uses menos energía te quita, no estás lista para ese tipo de esfuerzo físico.
—¿No estoy lista? —soltó ella, el tono de su voz denotaba seriedad—. ¿Quién eres tú para decidir eso?
—Soy tu emperador. —respondió, sus miradas se desafiaban.
—¿Qué otra pequeña mentira me has dicho? Estoy cansada de que otras personas tengan que decirme algo que tú no me has contado.
—Lo hago por tu bien, Shirin.
—¿Mi bien o el tuyo? —espetó.
La expresión de Kaveh se endureció.
Se suponía que todo lo que hacían tenía un propósito. Cada día que pasaba sin progreso costaba vidas y, mientras más rápido se adaptara, menos sufrirían. El tiempo corría por encima de ellos y ella siempre se quedaba rezagada.
—Suficiente, perdemos el propósito en esta pequeña discusión sin sentido. Los llevaré a mi casa, allí descubrirás todo lo que necesites saber.
La puerta se abrió y el viento despedazó la madera que a duras penas se sostenía en la entrada como cubierta, volando por los aires. Kaveh intentó acercarse a ella, pero Shirin fue más rápida y lo ignoró mientras seguía a Corban hacia afuera. Parecía no importarle que la lluvia feroz la empapara por completo.
El hombre mayor se apresuró en sacar su paraguas, cubriéndola en su camino hacia el carruaje que los tres debían tomar debido al mal tiempo.
Shirin entró y recogió su propio cabello, algunos mechones caían sobre su rostro, mojado y goteando. Después de Kaveh lo siguió Corban tras dictarle al hombre que dirigía la carroza la dirección que debía seguir. A pesar de tener un techo sobre su cabeza, seguramente no era suficiente para él tampoco.
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Los secretos de la heredera
RomanceEntre sombras y escombros unas manos se hundieron con insistencia, ocultando un pasado que no tardaría en resurgir y volver a por ella. Una historia de fantasía en la que te verás envuelto por el odio y el amor, que a trompicones mostrará tanto la...