Capítulo 5

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La grandeza del imperio era capaz de robarle el aliento, dondequiera que su mirada buscaba encontraba ostentosas decoraciones, imponentes edificaciones y detalles realzados por el oro. Había viveza en nimiedades, Shirin se sentía abrumada.

Los soldados reales se dirigían en diferentes direcciones al llegar, como si tuvieran posiciones cautelosamente calculadas. Giraban, se saludaban y finalmente se detenían. Algunos se ubicaban en las entradas, mientras que otros se situaban cerca de las ventanas.

Shirin se detuvo en mitad de las escaleras, claramente exhausta. El viaje y la conmoción de los eventos comenzaban a amontonarse sobre su espalda como un añadido peso, además, su cuerpo aún no se acostumbraba al riguroso cambio de clima, incluso cuando el emperador le advirtió que le ocurriría.

Kaveh también había detenido su andar y ahora la observaba un escalón más arriba. Para ser un hombre tan aparentemente ocupado ahora mismo emanaba una calma y paciencia envidiable.

Después de todo había encontrado lo que por tanto tiempo había buscado.

—¿Has visto el mar alguna vez? —Kaveh cuestiona y le sonríe, como si quisiera jugar con su atención.

Su pregunta la atrapa desprevenida, la curiosidad surcó por su rostro y su agarre sobre las grandes barandillas se afianzó.

—Solo pequeños ríos, ¿por qué? ¿Tienes un trozo de océano también? —replicó, evitando que se notara mucho el intento de burla.

—Un emperador puede tener todo cuanto quiera, aunque tú no pareces ser especialmente ambiciosa.

—Qué suerte han de tener de que no hayas pedido el cielo mismo. —Soltó la barandilla y Kaveh no borró su sonrisa.

Shirin finalmente se decidió por avanzar y continuar escaleras arriba hasta llegar al primer piso, donde habían varias puertas que conducían a diferentes habitaciones. Se limitó a seguirlo en silencio, echando una ojeada a las preciosas vistas desde las ventanas.

Un lugar así era de ensueño; ojos que han sido ocultos e ignorantes sobre la alta sociedad no podrían siquiera imaginar o recrear la idea del palacio. Le era imposible no detenerse en ocasiones para admirar las decoraciones o el grabado en paredes.

Finalmente se detuvieron y su mirada fue hasta la majestuosa puerta que le daba una silenciosa bienvenida.

—Te quedarás en esta habitación, volveré a por ti antes del anochecer, puedes recorrer tanto como quieras pero te aseguro que podrías acabar extraviándote. —El emperador abrió la puerta que daba a lo que ahora sería su habitación y su mirada se encontró con bellezas contadas en relatos.

Sus pasos apresurados por entrar la llevaron directa hacia el balcón, aunque no se atrevió a salir, se quedó observando el hermoso lago que asumió papel de mar por su longitud.

Jamás había visto algo igual. En su pueblo los ríos se congelaban y nadie era lo suficientemente atrevido como para destruir su naturaleza.

—¿Qué es lo que se siente? El haber nacido y vivido siempre en un lugar así. —cuestionó a la misma vez que comenzó a caminar por la habitación.

Hay un pequeño silencio pero no duró demasiado.

—Te sientes enjaulado. —respondió sin quitarle la mirada de encima, Kaveh parecía no importarle demasiado la curiosidad de sus preguntas minuciosas.

—¿Es debido a que vives bajo un régimen estricto? —Shirin se detiene en una pequeña mesa frente a un espejo y desde su reflejo ve a Kaveh.

—Es una de las tantas razones. —Kaveh estaba apoyado en la puerta—. Naces y vives para la gente.

Los secretos de la herederaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora