21° Cara de póquer

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Jane y yo elegimos un vestido corto de tirantes con lentejuelas de colores azul, verde, rojo morado y plateadas hermosamente colocadas para hacer un estampado llamativo... digno de las vegas. Al final del vestido tiene unas barbillas negras brillantes como los tirantes y el interior del vestido. Me queda un poco suelto de la cintura pero creo que se ve genial y Jane opinó lo mismo. Cuando llegó la hora de ir al casino de nuevo, Kyle me acompañó y muy a su pesar tuvo que quedarse en el primer piso, le pedí que me esperara en el bar y que lo vería allí en cuanto todo comenzara a salirse de control. Lo hice prometerme que no subiría por nada del mundo al último piso para que así Knox no tuviera que ocuparse de ambos.

Sola y lista con mi armadura puesta camino hacia el elevador que cuida el mismo guardia de seguridad. Me analiza de pies a cabeza con una ceja arqueada pero no dice nada, solo presiona el botón de subir para que las puertas se abran para mí. Una vez dentro suspiro aliviada porque nuevamente no me han registrado, está vez no solo me habrían encontrado el micrófono, sino también la cámara oculta que me han hecho que traiga conmigo en la cadena de oro de plata que me han dado para que use hoy, ni siquiera pregunté dónde estaba la cámara pero supongo que incrustada en alguna de los falsos diamantes que decoran la cadena. El micrófono me lo han cambiado de lugar, porque el vestido tiene un escote en V y si me inclino mal o si alguien me mira los pechos podrían descubrir el micrófono, así que ahora lo llevo escondido bajo mi cabello suelto. <<Solo hoy>> me recuerdo. Solo un último juego en este casino y al fin podré hacer lo que siempre he querido; olvidarme de Las Vegas.

Unos minutos después las puertas del elevador vuelven a abrirse, tomo una respiración profunda y activo mi cara de póquer. <<Estoy lista>> salgo del elevador con el mentón en alto y avanzo entre esta parte del casino que pocos han tenido el placer de conocer. Todo es tal cual lo recuerdo, paredes doradas y decoradas con espejos perfectamente limpios a mitad de pared de la parte de en medio hacia arriba. El suelo que piso es de la misma alfombra aterciopelada color vino. El olor a tabaco inunda mis fosas nasales con una mezcla de whiskey y perfume costoso de hombre. Todo el piso tiene diversas mesas de póquer y algunas salas VIP en las que hay una mesa de centro con un tubo de pole dance en el que hay mujeres bailando semi desnudas.  Los hombres que frecuentan este lugar son mafiosos, empresarios y gente poderosa a las que Tony Almonte ha sabido ganarse con el paso del tiempo.

Jugadores profesionales con los que mi padre solía jugar llenan algunas de las mesas que paso en mi camino hacia "la mesa", la de las grandes ligas, en la que me senté con apenas diez años por primera vez. Esta mesa está en el rincón de la derecha de todo el lugar y es más pequeña que cualquier otra de las mesas de póquer ya que aquí pocos se atreven a sentarse. El rincón en el que se encuentra está más obscuro que el resto del casino clandestino y el centro de la mesa está iluminado con una lámpara de luz amarilla. Alrededor de ella ya hay cuatro hombres sentados y cada uno de ellos parece gente de temer, pero intento no demostrar que me siento un poco intimidada.

—  Emily — Antony está sentado a unos cuantos pasos de la mesa de póquer con un vaso de whiskey en la mano y un cigarrillo en la otra. Charlie esta junto a él pero de pie y no parece estar nada contento con el hecho de que he aceptado jugar para su padre con tal de librarme de él. — Ya estaba comenzando a pensar que no llegarías — dice y me obligo a sonreír con inocencia.

—  ¿Y dejarlo plantado? — pregunto como si realmente me importara — eso jamás, señor Almonte.

—  Me alegra saber que tu padre te enseñó bien... — me dedica una sonrisa. Infla el pecho con aire y voltea hacia la mesa — adelante — me indica a la silla vacía que está entre los demás hombres — hazme ganar mucho dinero.

—  Será un honor — inclino un poco la cabeza como si le estuviera haciendo una reverencia y tomo asiento con delicadeza — Buenas noches caballeros — los saludo — hace un tiempo que no juego, así que ténganme paciencia si estoy un poco oxidada — digo, intentando que mi voz suene como si fuera lo suficientemente mayor como para estar en un lugar así, pero es evidente que ni con mi actuación, ni con el vestido o maquillaje cargado podré fingir que soy mayor. Todos los presentes en cambio me doblan la edad y en sus rostros puedo detectar la maldad.

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