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A Camila Cabello no le gustaba en modo alguno ser interrumpida. Jamás nadie llamaba a la puerta de su oficina sin haber sido previamente ordenada su presencia en aquel privado lugar, no obstante, aquella tarde, súbitamente sonó el dictáfono, abrió la palanca y preguntó secamente.

—¿Qué ocurre?

—El señor Mahone desea hablarle —murmuró la voz temblorosa de Ariana.

—¿Por qué? No he solicitado su presencia en mi despacho.

Hubo un silencio.

—Parece ser que se trata de la recomendada de la señora Cabello.

Camila se mordió los labios. Siempre su madre metiendo las narices en aquellas cosas. ¿Por qué era tan blanda su madre y por qué se metía a recomendar a todo el mundo?

—Que pase el señor Mahone. Adviértale que sea breve, que tengo mucho trabajo.

—Sí, señora.

Se oyó un chasquido y la comunicación quedó cortada.

Casi inmediatamente se oyeron unos golpes en la puerta.

—Adelante.

Austin Mahone pasó y cerró tras de sí. Era un hombre atractivo, de cabellos castaños y ojos vivaces.

Camila, como siempre, no se molestó en levantar la cabeza. Sentada estaba y sentada se quedó, inclinada sobre el tablero de la mesa cubierta materialmente de documentos que estudiaba detenidamente, al parecer.

—Señorita...

—Diga, diga. Le escucho —sin levantar los ojos.

—He examinado a la señorita Lauren Jauregui.

—¿Y bien?

Titubeó.

—Está perfectamente preparada para desempeñar un cargo importante en una oficina como ésta...o quizás cualquier otra. No fui capaz de anularla, señora.

Camila levantó ahora la cabeza.

Sus castaños ojos tuvieron un vivo y agudo destello.

—Le he dicho que no deseaba admitirla, señor Mahone.

—Le aseguro, señorita, que no me fue posible. Serenamente, sin apresuramientos, me respondió a cuantas difíciles preguntas le hice. De verdad, no me fue posible...

—Está bien. —Exhaló fuertemente.

—¿Qué hago, señorita?

—Envíemela aquí.

—Mahone se apresuró a girar, como si deseara terminar cuanto antes aquel asunto.

—Sí, señorita —dijo y salió.

Casi enseguida se oyeron otros golpes en la puerta.

Camila gruñó:

—Adelante.

Una figura femenina apareció en el umbral. Ella no conocía a Lauren Jauregui. Por cuanto de ella decía su madre, la imaginaba frágil pero nunca se imaginó aquella espléndida mujer, que si bien seguía pareciendo frágil como pensaba, resultaba de una belleza nada común. Y tenía... Sí, tenía fuerza en sus ojos desconcertantemente claros, de un verde casi estremecedor.

Camila Tenía la cabeza erguida y las manos entrelazadas contra el tablero de la mesa. Así la miraba fijamente.

—Buenas tardes —saludó Lauren, con voz suave—Soy...

Lo que solía ser (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora