11.

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¡Navidad!

El día gris, las nubes englobadas, como si fueran a caer sobre la ciudad, produjeron en Lauren una sensación de vacío, de mezquindad, de soledad.

Miró al frente. Hacia atrás, no, ya no.

¿Qué importaba todo? Ni sentía amargura, ni pena de sí misma, sólo una gran indiferencia. El pasado quedaba atrás, podía enfrentarse con él otra vez. Pero ¿serenamente?, aún no, tristemente tan sólo.

No podía quedarse en la ciudad aquel día festivo, ni encontrarse de nuevo con Camila Cabello.

Por eso caminó con firmeza hacia delante. Y no supo jamás cómo llegó a un garaje y alquiló un auto sin conductor.

El volante suponía para ella algo así como un sedante. Necesitaba aferrar allí las manos y sentir la brisa helada en el rostro y, a la par, la sensación de que el mundo se había detenido en una encrucijada y no importaba qué encrucijada era. Por primera vez en mucho tiempo, pudo volver a Chicago. ¿Quedarse allí? ¿Olvidarse de Camila Cabello, de Sinú, de Sofía?

No. Ni siquiera sería fácil olvidar a Camila Cabello.

Para nada lo sería, aunque aparentemente pareciera lo contrario.

Agitó la cabeza, no era momento de pensar en ella, y al sentir la brisa helada en el rostro, pareció que algo se aliviaba su dolor. Pero su dolor no era de fuera, no era físico, estaba dentro y dolía como una mordedura con veneno y sangraba siempre. Ella creyó que no podría añadirse otro dolor a aquel que sintió por primera vez y aún pesaba. Y sí podía.

Estaba sintiéndolo con saña en todo su ser, por eso necesitaba aquella evasión.

Se enfrentó con todo. Con cada objeto, con cada recuerdo. Y sintió en todo su ser como una liberación.

¿Para siempre?

No.

Se disipaba el pasado, aunque nunca se borraría, sentía que se curaba lo suficiente para continuar, pero su ahora recogía otra pesadilla.

La pesadilla que iba a vivir en adelante y que no iba a poderla echar de su alma y de su cuerpo. Era lo suficientemente inteligente para predecir un poco lo que venía.

De cualquier manera, había ido a dar un cierre, necesitaba decir adiós. Cuando estuvo ahí se preguntó ¿Por qué no fue como en la ficción y perdió la memoria, así como perdió todo lo demás? Así no tendría recuerdos por las cuales sentirse triste. Pero lo pensó mejor, no, borrar sus recuerdos hubiera sido borrar sus días de gloria. Sabía que no podía vivir anhelando un futuro que no podía suceder y habiendo decidido continuar, tendría que hacer frente a lo que viniera.



.

Al anochecer regresó a Milwaukee y llevó el auto al garaje. Era noche cerrada y sintió que los pies, al caminar, ahora eran ligeros. El calor de un hogar. Fuera el que fuese éste. Cuando introdujo la llave en la cerradura, miró al frente y entró.

¿Huir?

Nadie podría seguirla. Nadie la hubiese encontrado, pero las personas a quienes debía agradecimiento y a las que ya quería, la censurarían mucho. Y quizá, en su despecho, Camila dijera lo que creía haber visto.

Sacudió la cabeza y apretó el botón de la luz. El apartamento le pareció más confortable y la noche menos fría.

No supo cuándo se durmió ni a qué hora abrió los ojos con la sensación de que tenía que levantarse. Un lejano reloj dio las ocho y media. Corrió hacia el baño y se vistió precipitadamente, después de una ducha templada.

Lo que solía ser (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora