17.

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—Lauren...—exclamó Camila, dando varios pasos al frente.

La mujer de negocios no se inmutó.

—Hola, Cabello—Dijo serenamente—Toma asiento.

—Tu...

—Sí, yo.

—Pero...

—¿No te sientas? Creo que vienes a tratar de negocios, ¿No es así?

Tenía una voz armoniosa. Su voz, ronca, tal como la recordaba, pero con más paz.

Mil veces en el transcurso de aquellos seis meses la evocó y a la vez la destruyó. Y la tenía allí... ¡Allí! Convertida en todo un personaje. Pero ¿Cuándo dejó de serlo? Jamás, siempre fue todo un personaje, uno de los principales, tal vez uno diferente ahora, pero siempre uno destacado; Y fue suya.

—Pareces alelada, Camila—Dijo riendo. ¿Fingía? ¿Era así de cínica? Y recordó, nunca se trató de otro hombre, era otra mujer, una sola...su esposa. Viuda claro. Claro—. ¿Te sientas o no?

Se sentó.

De golpe.

Como si la empujaran.

Colocó el portafolios a sus pies y apoyó las dos manos en el tablero de la mesa.

—De modo que eres abogada, dueña de su propio negocio. Y no cualquiera...Tu gusto sofisticado, tus conocimientos y habilidades. Siempre te admiré eso, y aunque me irritó, me gustó, debía saber desde ese momento que ya estaba condenada.

¿Se supone que era un halago? Y ahí estaba, finalmente revelándole a Camila la verdad, esa que tanto la torturó. Era el momento, pero ¿El momento para qué? ¿para terminarlo todo y darle un correcto cierre?

—Y viuda.

—Sí.

—Y consentiste que te culpara...

—¿Has venido a hablar con Lauren Jauregui o con la señora Issartel?

—¿Con quién crees? He buscado a Lauren incansablemente. ¿Te asombra?

—Un poco. Tú... no eres de las fieles a un sentimiento, suponiendo que en aquel entonces existiera ese sentimiento.

—Pese a todo y contra todo..., sí, existió...entre las dos.

—Nunca te interesaste en saber de mí, nunca ibas a encontrar a una Lauren Jauregui porque ese era mi apellido de soltera y un nombre que casi no uso, si hubieras mostrado más interés por otras personas, por mí, hubieras sabido que soy más conocida como la Michelle Issartel.

—Déjame enmendar eso. Deja que comencemos de nuevo, por favor...

—¿Fumas? —cortó Lauren, por toda respuesta.

—No.

—Permíteme que lo haga yo. — tal como Camila solía hacer.

Fue a hacerlo, pero Camila le arrebató el cigarrillo y el mechero de la mano y sostuvo aquellos dedos entre los suyos.

—¿Eres una cínica o ejercitaste el amor como deporte?

—Me haces daño.

—Sabías que yo iba a venir hoy... Me citaste tu misma. ¿Por qué? ¿Por qué tuve que ser yo y no uno de mis representantes de aquí, como es habitual?

—Quise demostrarte lo molesto que es esperar en la antesala —rio Lauren, de un modo raro e irritada consigo misma—. O pudo ser también que deseara verte otra vez...

Lo que solía ser (Camren)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora